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AUTOR                                                                                               Libro
                     —Podemos usar una brújula y un mapa de coordenadas —dijo Jacob, con una
               amabilidad llena de confianza—. ¿Recuerdas cuál era el punto de partida?
                     —Sí, en la cabecera misma del sendero donde termina la 101. Creo que iba
               principalmente en dirección sur.
                     —Guay. Lo encontraremos.
                     Como siempre, Jacob estaba dispuesto a lo que yo quisiera sin importar lo
               extraño que fuera, por lo que el sábado por la tarde me embutí mis nuevas botas de
               montaña, que me había comprado esa misma mañana aprovechando por primera vez
               el   descuento   del   veinte   por   ciento,   y   luego   agarré   mi   mapa   topográfico   de   la
               península de Olympic y conduje hasta La Push.
                     No salimos inmediatamente; primero porque Jacob estaba tirado en el suelo del
               salón, ocupando todo el espacio y, durante al menos veinte minutos, se dedicó a
               trazar una complicada red sobre la sección que nos interesaba del mapa mientras yo
               me sentaba en la silla de la cocina a hablar con Billy, que no mostró interés alguno en
               nuestra supuesta excursión. Me sorprendió que Jacob le hubiera contado adónde
               íbamos,   teniendo   en   cuenta   el   jaleo   que   estaba   montando   la   gente   con   los
               avistamientos de osos. Me hubiera gustado decirle a Billy que no se lo comentase a
               Charlie, pero me temía que pedirlo hubiera tenido el efecto contrario.
                     —Ojalá veamos al súper oso —bromeó Jacob, con los ojos fijos en su dibujo.
                     Lancé una mirada rápida a Billy, esperando que reaccionara al estilo de Charlie.
                     Pero Billy se limitó a sonreír a su hijo.
                     —Quizás deberías llevarte un tarro de miel, sólo por si las moscas.
                     Jake se rió entre dientes.

                     —Espero que tus botas nuevas sean rápidas, Bella. Un tarro pequeño no va a
               mantener ocupado a un oso hambriento durante mucho tiempo.
                     —Sólo tengo que ser más rápida que tú.
                     —¡Pues vas a necesitar suerte! —dijo Jacob, levantando los ojos al cielo mientras
               doblaba el mapa—. Vamos.
                     —Pasáoslo bien —masculló Billy al tiempo que se impulsaba en dirección al
               frigorífico.
                     Charlie no era una persona complicada para convivir, pero me dio la impresión
               de que Jacob incluso lo tenía aún más fácil.
                     Condujimos hasta el final de la carretera polvorienta y nos paramos justo donde
               estaba el cartel que indicaba el comienzo del sendero. Había pasado mucho tiempo
               desde que estuve allí y se me hizo un nudo en el estómago a causa de los nervios.
               Esto podría convertirse en algo realmente malo, pero quizás mereciera la pena, si
               conseguía volver a oírle.
                     Salimos y miré hacia la densa masa de verdor.
                     —Yo iré por este camino —murmuré, señalando justo hacia delante.
                     —Mmm —murmuró Jake.
                     —¿Qué?
                     Él miró en la dirección que yo había señalado, después volvió la vista hacia la
               pista claramente marcada y otra vez al camino.




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