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vez más. Parecían volverse muy, muy difusos con Jacob.
—Bueno, ¿qué vamos a hacer mañana? ¿Senderismo o una visita a urgencias?
—Senderismo —decidí—. No eres el único capaz de obsesionarse con algo.
Empiezo a creer que me he imaginado ese prado... —torcí el gesto al mencionar el
lugar.
—Lo encontraremos —me aseguró—. Motos el viernes, ¿hace?
Entonces vi la ocasión y me lancé a ella sin pensarlo dos veces.
—El viernes voy a ir al cine. Siempre se lo estoy prometiendo a mis compis de la
cafetería.
A Mike le iba a encantar...
... pero a Jacob se le descompuso el rostro y atisbé la decepción en sus oscuros
ojos antes de que clavara la mirada en el suelo.
—Tú también vendrás, ¿no? —me apresuré a añadir—. ¿O será para ti un latazo
soportar a un grupo de aburridos estudiantes de último año?
De ese modo, aproveché la ocasión para marcar una cierta distancia entre los
dos. No soportaba la idea de hacer daño a Jacob. Existía cierta conexión entre
nosotros, aunque fuera de un modo peculiar, y su pena me dolía. Además, la idea de
disfrutar de su compañía durante el calvario —le había prometido a Mike lo del cine,
pero no me hacía demasiada gracia la idea de llevarlo a cabo— resultaba también
una tentación.
—¿Te apetece que vaya yo... con tus amigos?
—Sí —admití con franqueza, y continué con unas palabras que eran como
pegarme un tiro en el pie—: Me divertiré mucho más si vienes tú. Invita a Quil,
haremos una fiesta.
—Quil va a flipar. ¡Chicas del último curso!
Soltó una carcajada y puso los ojos en blanco. Ninguno de los dos mencionamos
a Embry. Yo también me reí.
—Intentaré llevarle un grupo variado.
Le saqué a colación el tema a Mike cuando terminó la clase de Lengua y
Literatura:
—Eh, Mike, ¿tienes libre este viernes por la noche?
Alzó los ojos azules en los que de inmediato relampagueó la esperanza.
—Sí, así es. ¿Quieres salir?
Formulé mi respuesta con sumo cuidado.
—Estaba pensado en formar un grupo para ir a ver Crosshairs —enfaticé la
palabra «grupo». Esta vez había hecho los deberes e incluso me había leído los
resúmenes de las películas para asegurarme de que no me iban a pillar desprevenida.
Se suponía que dicho largometraje era un baño de sangre de principio a fin. No me
había recuperado hasta el punto de poder aguantar sentada la visión de una película
de amor—. ¿A que suena divertido?
—Sí —coincidió, visiblemente menos interesado.
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