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AUTOR                                                                                               Libro
                     —Debería haber supuesto que eres de la clase de chicas a las que les gustan los
               caminos.
                     —Pues no —sonreí débilmente—. Soy una rebelde.
                     Se rió y después desplegó el mapa.
                     —Concédeme un momento —sostuvo la brújula con pericia a la vez que giraba
               el mapa hasta tomar el ángulo deseado.
                     —De acuerdo, es la primera línea de las coordenadas. Vamos a seguirla.
                     No cabía duda de que demoraba el paso de Jacob, pero éste no protestó. Intenté
               no pensar demasiado en mi última excursión a través de esa parte del bosque, con
               una compañía tan distinta. Los recuerdos normales todavía eran peligrosos para mí.
               Si me permitía sumergirme en ellos, terminaría con los brazos cruzados sobre el
               pecho, luchando por respirar y a ver cómo le iba a explicar eso a Jacob.
                     No me costó tanto como pensaba el mantenerme concentrada en el presente. El
               bosque se parecía mucho a cualquier otra parte de la península y Jacob le daba a todo
               un sello personal muy diferente.
                     Iba silbando alegremente una melodía que yo no conocía mientras movía los
               brazos de un lado para otro y se deslizaba con facilidad a través de la áspera maleza.
               Las sombras no me parecieron tan oscuras como siempre. No, acompañada por mi
               sol personal.
                     Jacob miraba la brújula cada pocos minutos para comprobar que seguíamos la
               primera línea de sus coordenadas. Realmente parecía que sabía lo que se traía entre
               manos. Estuve a punto  de felicitarle por ello, pero me contuve. Sin duda, hubiera
               sido una excusa perfecta para añadirse otros cuantos años a su edad, más que

               inflada.
                     Mi mente vagaba mientras caminaba y comencé a sentir curiosidad. No había
               olvidado la conversación que mantuvimos al lado de los acantilados y esperaba que
               él volviera a sacarla, aunque no parecía que eso fuera a suceder.
                     —Esto..., ¿Jake? —pregunté, vacilante.
                     —¿Sí?
                     —¿Qué tal van las cosas con Embry? ¿Ha vuelto ya a la normalidad?
                     Jacob permaneció en silencio durante un minuto, todavía andando a largas
               zancadas. Cuando ya iba casi tres metros por delante, se paró a esperarme.
                     —No, no ha vuelto a la normalidad —contestó mientras le alcanzaba, con las
               comisuras de la boca inclinadas hacia abajo. No echó a andar de nuevo, así que
               lamenté inmediatamente haber sacado el tema.
                     —Todavía sigue con Sam.
                     —Vaya.
                     Me pasó el brazo por los hombros y parecía tan preocupado que no intenté
               sacármelo de encima como quien no quiere la cosa, como hubiera hecho de ser otro el
               caso.
                     —¿Aún te siguen mirando con cara de burla? —medio susurré.
                     Jacob miró fijamente a través de los árboles.
                     —Algunas veces.




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