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AUTOR                                                                                               Libro
                     Me pareció más oportuno concentrarme en el sentimiento de desesperanza en
               vez de sumergirme en unos recuerdos que eran aún más horribles. Había que ser
               muy creativo para poner en peligro la vida en una comunidad como Forks, más de lo
               que yo lo era, pero me habría gustado hallar alguna vía... Lo más probable es que me
               sintiera mejor si no respetara un pacto incumplido de forma unilateral. Si al menos
               yo también fuera capaz de romper la promesa... Pero ¿cómo podría hacerlo en esta
               pequeña ciudad sin peligros aparentes? Forks nunca había estado tan segura como lo
               estaba ahora, cuando realmente era lo que siempre había parecido ser. Segura y
               aburrida.
                     Miré   fijamente   a   través   del   parabrisas   durante   un   buen   rato,   y   mis
               pensamientos se mecieron con lentitud; parecía que no conseguiría hacerles ir a
               ninguna parte. Paré el motor, que gruñía de manera penosa después de haber estado
               al ralentí tanto rato, y salté afuera, hacia la llovizna.
                     El agua fría se entremezcló con mi pelo y desde allí se deslizó por mis mejillas
               como lágrimas de agua dulce. Esto me ayudó a aclarar la mente. Me restañé el agua
               de los ojos y continué mirando de forma inexpresiva hacia la carretera.
                     Reconocí el lugar donde me encontraba al cabo de un minuto de observación.
               Había aparcado en mitad de la calle que estaba al norte de la avenida Russell. Estaba
               enfrente de la casa de los Cheney, y mi coche bloqueaba el acceso a su vivienda. Al
               otro lado vivían los Marks. Sabía que debía mover el coche y después marcharme a
               casa. No estaba bien andar vagabundeando como lo estaba haciendo, absorta y
               herida, convertida en una amenaza suelta por las calles de Forks. Además, pronto
               alguien se daría cuenta y se lo contaría a Charlie.

                     Inspiré profundamente mientras me preparaba para ponerme en movimiento
               cuando un cartel en el patio de los Marks captó mi atención. Era sólo un gran trozo
               de   cartulina   inclinado   contra   su   buzón,   con   unas   letras   mayúsculas   negras
               garabateadas.
                     A veces, la voluntad divina se cumple.
                     ¿Era una coincidencia? ¿Era lo que parecía ser? Lo ignoraba, pero me parecía
               una   sandez   creer   que   las   motocicletas   desechadas   de   los   Marks   —que   se
               herrumbraban en el patio delantero tras un cartel escrito a mano que rezaba  «SE
               VENDEN   TAL   COMO   ESTÁN»—   estuvieran   predestinadas   a   servir   a   algún
               propósito superior simplemente por el hecho de estar allí, justo donde yo necesitaba
               que estuvieran.
                     Aunque   tal  vez   no   fuera   la   voluntad   divina,   sino   simplemente   que   había
               montones de maneras de arriesgarse y lo único que tenía que hacer era abrir los ojos
               para verlas.
                     Temerarias y estúpidas. Esas eran las dos palabras favoritas de Charlie para
               referirse a las motocicletas.
                     El trabajo de Charlie no conllevaba una gran cantidad de acción comparado con
               el de los policías de ciudades más grandes, pero los accidentes de tráfico le ocupaban
               mucho tiempo. Este tipo de eventos no escaseaban en un lugar donde se sucedían
               largos tramos mojados de autopista que se retorcían y daban vueltas a través de un




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