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AUTOR Libro
bosque continuo, acumulando ángulos muertos uno tras otro. La gente solía evitar
esos lugares, con todos aquellos enormes camiones que transportaban troncos
escondidos entre las curvas. Las excepciones a la regla eran las motos y Charlie había
visto demasiadas víctimas —jóvenes en su mayoría—, tiradas por la autopista. Antes
de cumplir los diez años me hizo prometerle que nunca me montaría en una moto.
Incluso a esa edad, no tuve que pensármelo dos veces para prometérselo. ¿A quién le
iba a apetecer montar en moto en Forks? Sería como darse un baño a noventa por
hora.
Había mantenido tantas promesas...
Ambas ideas prendieron en mi mente. Quería convertirme en alguien estúpido
y osado y también quería romper promesas. ¿Por qué pararme en una?
Esto fue todo lo que tardé en pensármelo. Chapoteé a través de la lluvia hacia la
puerta principal de los Marks y toqué el timbre.
Me abrió uno de los chicos, el más joven, el estudiante novato. Su pelo arenoso
apenas me llegaba al hombro. No me acordaba de su nombre.
Él no tuvo problema alguno para recordar el mío.
—¿Bella Swan? —preguntó sorprendido.
—¿Cuánto queréis por una moto? —jadeé, agitando el pulgar sobre mi hombro
en dirección a la exhibición en venta.
—¿Hablas en serio? —me preguntó.
—Pues claro.
—No funcionan.
Suspiré impaciente, ya que eso era algo que podía deducirse del cartel.
—¿Cuánto valen?
—Si de verdad quieres una, llévatela. Mi madre ha hecho que mi padre las
saque a la calle para que las recojan con la basura.
Miré las motos de nuevo y vi que estaban al lado de una pila de hierba cortada
y ramas rotas.
—¿Estás seguro?
—Seguro, ¿quieres preguntarle a ella?
Probablemente sería mejor no implicar a adultos que podrían mencionárselo a
Charlie.
—No, te creo.
—¿Quieres que te ayude? —me ofreció—. Pesan bastante.
—Gracias. De todas formas sólo necesito una.
—Mejor si te llevas las dos —dijo el niño—. Quizá puedas aprovechar las piezas
de la que no uses.
Me siguió bajo el aguacero y me ayudó a cargar las dos pesadas motos en la
parte trasera del vehículo. Parecía deseoso de desprenderse de ellas, así que no
discutí.
—De todas formas, ¿qué vas a hacer con ellas? —me preguntó—. No han
funcionado en años.
—Eso me había parecido —repuse al tiempo que me encogía de hombros. Mi
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