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AUTOR Libro
que concederle el beneficio de la duda. Obviamente, su personalidad no había
cambiado tanto como su cabello—. Tyler intentó colarme esa historia la semana
pasada.
—Es imposible ver a un oso tan cerca de un centro turístico —coincidió Jessica,
alineándose con Lauren.
—Pero es que lo vimos de verdad —protestó Angela con la voz baja y la mirada
fija en la mesa.
Lauren se rió de ella. Mike aún estaba hablando con Conner, sin prestar
atención a las chicas.
—No, tiene razón —intervine impaciente—. Precisamente el sábado pasado
apareció un mochilero que también había visto el oso, Angela. Aseguró que era
enorme y de color negro, y que se lo encontró justo en las afueras de la ciudad, ¿a
que sí, Mike?
Hubo un momento de silencio. Cada par de ojos de los presentes en la mesa se
volvió a mirarme, impresionado. Kate, la chica nueva, Katie, se quedó boquiabierta,
como si hubiese sido testigo de una explosión. Nadie se movió.
—¿Mike? —murmuré, mortificada—. ¿Te acuerdas del tipo aquel que contó la
historia del oso?
—Se-seguro —titubeó Mike después de un segundo. No sé por qué me miraba
tan extrañado. Yo hablaba con él en el trabajo, ¿no? ¿O no lo hacía? Yo creía que sí...
Mike se recobró.
—Eh, sí, vino un tío que dijo que había visto un gran oso negro justo al
comienzo del sendero, más grande que un oso pardo —confirmó.
—Bah —Lauren se volvió a Jessica, con los hombros rígidos y, para cambiar el
tema de la conversación, preguntó—: ¿Os han contestado de la USC ?
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Todos menos Mike y Angela miraron para otro lado. Ella me sonrió para tantear
el terreno y yo le devolví la sonrisa.
—Así que, ¿qué hiciste el fin de semana, Bella? —preguntó Mike, curioso,
aunque extrañamente precavido.
Todo el mundo, salvo Lauren, miró hacia atrás, esperando mi respuesta.
—El viernes por la noche Jessica y yo fuimos al cine en Port Angeles, y después
yo pasé la tarde del sábado y la mayoría del domingo allí abajo, en La Push.
Las miradas iban de Jessica a mí y de mí a Jessica. Jess parecía irritada. Me
pregunté si es que no quería que supieran que había salido conmigo o si es que
deseaba ser ella quien contara la historia.
—¿Qué película visteis? —preguntó Mike, comenzando a sonreír.
—Dead End, aquella de los zombis —sonreí para infundirle valor. Quizás
todavía podía arreglarse algo del daño que había hecho en los últimos meses, cuando
yo misma me había comportado como un zombi.
—He oído que da mucho miedo, ¿es así? —Mike parecía deseoso de continuar
la conversación.
1 [N. del T.] University of Southern California.
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