Page 89 - e-book
P. 89
AUTOR Libro
Apagó la luz y por un momento me quedé ciega. Jacob me tomó de la mano y
me sacó del garaje dirigiéndose hacia la casa entre los árboles. Sus pies encontraron
con facilidad el camino. Sentí su mano rugosa, pero muy cálida.
Tropezamos a menudo en la oscuridad a pesar de caminar por el sendero. Aún
nos reíamos cuando la casa apareció a la vista. No era una risa profunda, sino más
bien ligera y superficial, pero no por eso menos agradable. Estaba segura de que él
no había notado el matiz de histeria que teñía la mía. No estaba acostumbrada a reír,
y me hacía sentir bien y al mismo tiempo muy mal.
Charlie nos esperaba de pie en el pequeño porche trasero y Billy estaba detrás,
sentado en el umbral.
—Hola, papá —dijimos los dos a la vez y eso nos hizo romper a reír de nuevo.
Charlie me miraba con los ojos abiertos de par en par, unos ojos que
relampaguearon al darse cuenta de cómo la mano de Jacob se cerraba sobre la mía.
—Billy nos ha invitado a cenar —dijo Charlie, en tono distraído.
—Mi receta ultra secreta para los espaguetis con carne, transmitida de
generación en generación —dijo Billy en tono solemne.
Jacob bufó.
—La verdad, dudo que esa receta exista desde hace tanto.
La casa estaba atestada. También se hallaba allí Harry Clearwater con su
familia: su mujer, Sue, a la que yo recordaba vagamente de mis vacaciones infantiles
en Forks y sus dos hijos. Leah era un año mayor que yo. Hermosa al estilo exótico,
con su piel cobriza perfecta, su cabello negro centelleante y las pestañas como
plumeros; parecía preocupada. Cuando llegamos estaba colgada al teléfono de Billy y
no lo soltó en ningún momento. Seth tenía catorce años y absorbía cada palabra que
dijera Jacob, lo idolatraba con la mirada.
Éramos demasiados para la mesa de la cocina, así que Charlie y Harry trajeron
sillas del patio y comimos los espaguetis con los platos apoyados en nuestro regazo,
a la luz tenue que salía por la puerta abierta del cuarto de estar de Billy. Los hombres
hablaron del partido; Harry y Charlie hicieron planes para ir a pescar. Sue le tomó el
pelo a su marido con lo del colesterol e intentó, sin éxito, que consintiera en comer
algo de color verde y con hojas. Jacob habló conmigo sobre todo y Seth le
interrumpía rápidamente cada vez que se sentía en peligro de verse relegado al
olvido. Charlie me observaba, intentando que no se le notara, con ojos complacidos,
pero cautos a la vez.
Aquello era una caótico guirigay en el que todos hablábamos en voz alta a la
vez, donde las carcajadas producidas por cada chiste interrumpían la historia de los
demás. No tuve que hablar con frecuencia, pero sonreí mucho y sólo cuando me
apeteció hacerlo.
No quería irme.
Sin embargo, estábamos en el estado de Washington y la inevitable lluvia
terminó con la fiesta. La sala de estar de Billy era demasiado pequeña para permitir
que continuara allí la reunión. Harry había traído a Charlie, por lo que nos volvimos
juntos a casa, en mi coche. Él me preguntó cómo me había ido el día y le conté casi
- 89 -