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desde luego se le veía bastante entusiasmado. Se encaminó hacia el teléfono mientras
yo recogía mi impermeable. Era perfectamente consciente del peso del talonario de
cheques en el bolsillo de mi chaqueta. Jamás lo había usado hasta ahora.
Fuera, el agua caía como si se derramara de un cubo. Tuve que conducir a
menos velocidad de la deseada —apenas veía lo que tenía delante de mí—, pero
finalmente conseguí salir de las calles cenagosas en dirección a casa de Jacob. La
puerta principal se abrió antes de que apagara el motor y él salió corriendo bajo un
enorme paraguas negro.
Se asomó por encima de mi puerta cuando la abrí.
—Ha llamado Charlie diciendo que estabas en camino —explicó con una
sonrisa.
Sin tener que hacer ningún esfuerzo y sin ninguna orden consciente, los
músculos que rodeaban mis labios se contrajeron y respondieron a su sonrisa con
otra que se extendió por mi rostro. Un extraño sentimiento de calidez me inundó la
garganta, a pesar de la lluvia helada que se estrellaba contra mis mejillas.
—Hola, Jacob.
—Buena idea, hacer que invitaran a Billy.
Alzó su mano para chocar los cinco. Tuve que estirarme tanto para alcanzar su
mano que se rió.
Harry apareció para llevarse a Billy sólo unos minutos después. Jacob me dio
una vuelta por su pequeña habitación para enseñármela, mientras hacíamos tiempo
para quedarnos a salvo de posibles supervisores.
—Bueno, ¿y adonde vamos, señor Buena Pieza? —inquirí, tan pronto como la
puerta se cerró detrás de Billy.
Jacob sacó un papel doblado de su bolsillo y lo alisó.
—Empezaremos primero por el vertedero, a ver si tenemos suerte. Esto puede
ser un poco caro —me avisó—. Esas motos van a necesitar un montón de piezas antes
de que podamos ponerlas en marcha otra vez.
Como mi rostro no le pareció suficientemente preocupado, continuó:
—Estoy hablando quizás de más de cien dólares.
Saqué mi chequera, me abaniqué con ella y puse los ojos en blanco ante su
rostro preocupado.
—Creo que nos alcanzará.
Resultó ser un día bastante extraño, ya que lo pasé realmente bien, incluso en el
vertedero, bajo la lluvia y el fango que me llegaba hasta los tobillos. Me pregunté al
principio si sólo era resultado de la desaparición del aturdimiento, pero no me
satisfizo del todo la explicación.
Empezaba a pensar que se debía principalmente a Jacob. No era sólo que
siempre estuviese tan contento de verme o que no me mirara de reojo, a la espera de
que hiciera algo que me hiciese parecer loca o deprimida. No tenía que ver conmigo
en absoluto.
Era el mismo Jacob. Simplemente, Jacob era esa clase de persona que siempre se
muestra feliz, y que acarrea esa felicidad como un aura, llevándola a toda la gente
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