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AUTOR                                                                                               Libro
               trabajo y la maña.
                     Embry puso los ojos en blanco dirigiéndose a Quil.
                     —No me parece bien —Jacob sacudió la cabeza.
                     —Jake, si las llevo a un mecánico, ¿cuánto me costaría? —le señalé.
                     Él sonrió.
                     —Vale.
                     —Y eso sin mencionar las lecciones para aprender a montar —añadí.
                     Quil sonrió ampliamente a Embry y le susurró algo que no capté. La mano de
               Jacob salió disparada y golpeó la nuca de Quil.
                     —Ya está bien, largaos —masculló.
                     —No, de verdad, tengo que irme —protesté, dirigiéndome hacia la puerta—. Te
               veré mañana, Jacob.
                     Tan pronto como estuve fuera de su vista, escuché aullar a Quil y Embry, a coro:
                     —¡Uauuuuu...!
                     A lo que siguió el sonido de una buena refriega, salpicada con unos cuantos
               quejidos y gritos de dolor.
                     —Como a alguno de vosotros se le ocurra poner el pie por estos lares mañana...
               —escuché cómo les amenazaba Jacob.
                     Su voz se fue perdiendo conforme me alejaba entre los árboles.
                     Reí bajito y en silencio. Oírme a mí misma hizo que se me dilataran las pupilas,
               maravillada. Estaba riéndome, riéndome de verdad y allí no había nadie mirándome.
               Me sentía ligera, sin peso, tanto que volví a reírme, y esto hizo que la sensación
               durara un poco más.

                     Conseguí llegar a casa antes que Charlie. Cuando él entró, estaba sacando el
               pollo frito de la sartén y apilándolo sobre unas servilletas de papel.
                     —Hola, papá —le devolví una sonrisa rápida.
                     Antes de que pudiera recomponer su expresión, pude percibir la sorpresa que
               revoloteó por su rostro.
                     —Hola, cielo —dijo, con la voz insegura—. ¿Te lo pasaste bien con Jacob?
                     Empecé a llevar la comida a la mesa.
                     —Sí, claro.
                     —Bueno, eso está bien —todavía parecía cauteloso—. ¿Qué hicisteis?
                     Ahora era el momento de mostrarme prudente.
                     —Estuve allí, por el garaje, y le acompañé mientras trabajaba. ¿Sabes que está
               remodelando un Volkswagen?
                     —Ah, sí, creo que Billy mencionó algo.
                     Charlie tuvo que interrumpir el interrogatorio cuando empezó a masticar, pero
               no dejó de estudiar mi rostro durante la cena.
                     Cuando terminamos, anduve dando vueltas por allí, limpiando la cocina hasta
               dos veces y después hice los deberes despacito en la habitación de la entrada,
               mientras él veía un partido de hockey. Esperé tanto como pude, pero al final Charlie
               me recordó lo tarde que era. Como no le respondí, se levantó, se estiró y después se
               marchó, apagando la luz al salir. Le seguí sin muchas ganas.




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