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AUTOR                                                                                               Libro
               del total.
                     —Uno sesenta y cuatro está totalmente dentro de la media —bufé—. No es
               culpa mía que seas un fenómeno.
                     Bromeamos de esta guisa hasta Hoquiam, todavía discutiendo sobre la fórmula
               correcta para discernir la edad —perdí dos años más porque no sabía cambiar una
               rueda, pero gané uno por ocuparme de las cuentas de la casa— hasta que llegamos al
               Checker y Jacob tuvo que concentrarse en nuestro asunto otra vez. Encontró todo lo
               que quedaba en la lista y se mostró confiado en hacer grandes progresos con nuestro
               botín.
                     Cuando llegamos a La Push, yo estaba en los veintitrés y él en los treinta,
               porque, desde luego, no paraba de acumular habilidades.
                     Se me había olvidado incluso el motivo por el que estábamos haciendo esto.
               Pero, aunque me estaba divirtiendo más de lo concebible, no había dejado de ser fiel
               a mi deseo original. Todavía quería romper el trato. No tenía sentido, pero en
               realidad, no me importaba. Iba a intentar desafiar el peligro todo lo que pudiera sin
               salir de Forks. No estaba dispuesta a ser la única que sostuviera su parte del contrato,
               un contrato vacío. Aunque sin duda, pasar el tiempo en compañía de Jacob era un
               beneficio extra que no había previsto.
                     Billy aún no había regresado, así que no tuve que andar mintiendo sobre lo que
               habíamos estado haciendo durante el día. Tan pronto como colocamos todo en la
               lona de plástico que había al lado de la caja de herramientas, Jacob se puso a trabajar,
               sin dejar de charlar y reír mientras sus dedos rastreaban expertamente entre las
               distintas piezas que tenía delante.

                     La   habilidad   de   Jacob   con   las   manos   era   fascinante.   Parecían   demasiado
               grandes para lo delicado de las tareas que llevaban a cabo con soltura y precisión.
               Cuando   trabajaba,   tenía   un   aspecto  grácil.  No   era   así   cuando   lo   veías   de   pie;
               entonces, su altura y sus pies enormes le convertían en un ser casi tan patoso como
               yo.
                     Quil y Embry no aparecieron, quizás porque se habían tomado en serio la
               amenaza de Jacob.
                     El día pasó con excesiva rapidez. Oscureció en los aledaños del garaje antes de
               lo que yo esperaba; entonces, escuché cómo nos llamaba Billy.
                     Salté para ayudar a Jacob a recoger las cosas, aunque dudaba de qué era lo que
               podía tocar.
                     —Déjalo ahí —dijo—. Volveré a trabajar con eso más tarde, esta noche.
                     —No vayas a dejar de hacer los deberes o cualquier otra cosa que tengas
               pendiente —le comenté, sintiéndome algo culpable. No quería que se metiera en
               problemas, ya que este plan sólo debía afectarme a mí.
                     —¿Bella?
                     Alzamos bruscamente la cabeza cuando la voz familiar de Charlie nos llegó de
               entre los árboles, cerca de nosotros.
                     —Corre —murmuré—. ¡Ya vamos! —grité en dirección a la casa.
                     —Vámonos —Jacob sonrió, disfrutando con excitación del complot.




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