Page 96 - e-book
P. 96
AUTOR Libro
ventanillas del coche. El camino seguía adelante. Comencé a ir más deprisa, ya que
me estaba poniendo nerviosa. ¿Cuánto tiempo llevaba conduciendo? ¿No debería
haber llegado ya a la casa? El sendero estaba tan invadido por la espesura que no me
parecía familiar.
¿Qué pasaría si no lograba encontrarlo? Me eché a temblar. ¿Y qué ocurriría si
no quedaba ninguna prueba tangible en absoluto...?
Entonces apareció el hueco entre los árboles que yo estaba buscando, sólo que
no se percibía con tanta facilidad como antes. La vegetación en Forks no tardaba
mucho en reclamar cualquier terreno que se quedara baldío. Los altos helechos
habían invadido el prado que rodeaba la casa, apretándose en torno a los troncos de
los cedros, llegando incluso al amplio porche. Era como si el césped hubiera sido
inundado, hasta la altura de la cintura, por verdes olas como plumas.
La casa estaba allí, pero no era la misma. Aunque no creía que nada hubiera
cambiado en el exterior, el vacío gritaba desde las ventanas cerradas. Resultaba
espeluznante. Por primera vez desde que había visto aquella hermosa casa, me
pareció que era una guarida apropiada para vampiros.
Frené en seco mientras miraba alrededor. Tuve miedo de continuar.
Pero no ocurrió nada. No se oía ninguna voz en mi cabeza...
... de modo que dejé el motor en marcha y salté al mar de helechos. Quizás, si
avanzaba hacia la casa, como había ocurrido el viernes por la noche...
Me acerqué lentamente hacia la fachada vacía y desnuda mientras sentía el
reconfortante rugido del motor de mi coche a mi espalda. Me paré al llegar a las
escaleras del porche, porque allí no había nada. Ni el más ligero testimonio de su
presencia... de la presencia de él. La casa estaba allá, como un cuerpo sólido, pero eso
no significaba nada. Su realidad concreta no llenaría el vacío de mis pesadillas.
Me quedé allí, a unos pasos de la casa. No quería mirar por las ventanas. No
estaba segura de qué sería más duro de ver. Si las habitaciones estuvieran vacías,
sonando a eco desde el suelo hasta el techo, seguramente me resultaría doloroso.
Como ocurrió en el funeral de la abuelita, cuando mi madre insistió en que no
entrara a verla y permaneciera fuera. Me dijo que no necesitaba verla en ese estado,
que sería mejor recordarla viva y no de esa manera.
Pero ¿no sería aún peor que no hubiera ningún cambio? ¿Que los sofás se
encontraran colocados exactamente igual que la última vez, las pinturas en su sitio, y
lo más horrible, el piano encima de la pequeña tarima? Eso sería casi tan malo como
que la casa entera desapareciera de un golpe. La demostración clara de que no había
ninguna posesión física que los atara de ningún modo. Que todo quedaba, intacto y
olvidado, tras su paso.
Al igual que yo.
Le volví la espalda a ese enorme vacío y me apresuré hacia mi coche. Iba casi
corriendo. Ansiaba alejarme, volver al mundo humano. Me sentía horriblemente
vacía y quería ver a Jacob. Quizás estaba desarrollando una nueva clase de
enfermedad, otro tipo de adicción, como lo había sido el aturdimiento antes, pero eso
no me preocupaba. Conduje el coche lo más rápidamente que pude hasta salir
- 96 -