Page 167 - Crepusculo 1
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—Puedes reírte, es una especie de ironía.
No lo hice. De forma automática, alcé la mano con un dedo extendido como si fuera a
tocar la gran cruz de madera. Su oscura pátina contrastaba con el color suave de la pared. Pero
no la toqué, aun cuando sentí curiosidad por saber si su madera antigua era tan suave al tacto
como aparentaba.
—Debe de ser muy antigua —aventuré.
Se encogió de hombros.
—Es del siglo XVI, a principios de la década de los treinta, más o menos.
Aparté los ojos de la cruz para mirarle.
—¿Por qué conserváis esto aquí?
—Por nostalgia. Perteneció al padre de Carlisle.
—¿Coleccionaba antigüedades? —sugerí dubitativamente.
—No. La talló él mismo para colgarla en la pared, encima del pulpito de la vicaría en la
que predicaba.
No estaba segura de si la cara delataba mi sorpresa, pero, sólo por si acaso, continué
mirando la sencilla y antigua cruz. Efectué el cálculo de memoria. La reliquia tendría unos
trescientos setenta años. El silencio se prolongó mientras me esforzaba por asimilar la noción
de tantísimos años.
—¿Te encuentras bien? —preguntó preocupado.
—¿Cuántos años tiene Carlisle? —inquirí en voz baja, sin apartar los ojos de la cruz e
ignorando su pregunta.
—Acaba de celebrar su cumpleaños tricentésimo sexagésimo segundo —contestó
Edward. Le miré de nuevo, con un millón de preguntas en los ojos.
Me estudió atentamente mientras hablaba:
—Carlisle nació en Londres, él cree que hacia 1640. Aunque las fechas no se señalaban
con demasiada precisión en aquella época, al menos, no para la gente común, sí se sabe que
sucedió durante el gobierno de Cromwell.
No descompuse el gesto, consciente del escrutinio al que Edward me sometía al
informarme:
—Fue el hijo único de un pastor anglicano. Su madre murió al alumbrarle a él. Su padre
era un fanático. Cuando los protestantes subieron al poder, se unió con entusiasmo a la
persecución desatada contra los católicos y personas de otros credos. También creía a pies
juntillas en la realidad del mal. Encabezó partidas de caza contra brujos, licántropos... y
vampiros.
Me quedé aún más quieta ante la mención de esa palabra. Estaba segura de que lo había
notado, pero continuó hablando sin pausa.
—Quemaron a muchos inocentes, por supuesto, ya que las criaturas a las que realmente
ellos perseguían no eran tan fáciles de atrapar.
»E1 pastor colocó a su obediente hijo al frente de las razias cuando se hizo mayor. Al
principio, Carlisle fue una decepción. No se precipitaba en lanzar acusaciones ni veía
demonios donde no los había, pero era persistente y mucho más inteligente que su padre. De
hecho, localizó un aquelarre de auténticos vampiros que vivían ocultos en las cloacas de la
ciudad y sólo salían de caza durante las noches. En aquellos días, cuando los monstruos no
eran meros mitos y leyendas, ésa era la forma en que debían vivir.
—La gente reunió horcas y teas, por supuesto, y se apostó allí donde Carlisle había visto
a los monstruos salir a la calle —ahora la risa de Edward fue más breve y sombría—. Al final,
apareció uno.
»Debía de ser muy viejo y estar debilitado por el hambre. Carlisle le oyó cómo avisaba
a los otros en latín cuando detectó el efluvio del gentío —Edward hablaba con un hilo de voz
y tuve que aguzar el oído para comprender las palabras—. Luego, corrió por las calles y
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