Page 409 - Frankenstein
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Mencioné  en  la  última  carta  el  temor  que  tenía  a
   que se produjera un motín. Esta mañana, mientras
   contemplaba el ceniciento rostro de mi amigo ––los
   ojos entornados y los miembros inertes—, me inte-
   rrumpieron media docena de marineros, que querían
   entrar en el camarote. Les hice pasar; y el que actua-
   ba  de  portavoz  se  dirigió  a  mí.  Me  dio  que  él  y  sus
   compañeros habían sido elegidos por el resto de la
   tripulación para que, a modo de delegación, me co-
   municaran una petición, a la que en justicia no me
   podía negar. Estábamos cercados por el hielo, y pro-
   bablemente no lograríamos escapar; pero temían que,
   si acaso, como era posible, el hielo cediera, Y se abrie-
   ra un camino, yo fuera lo bastante imprudente como
   para  querer  continuar  mi  viaje,  y  los  condujera  a
   nuevos peligros, después de haber salvado éste feliz-
   mente. Pedían, pues, que me comprometiera bajo
   solemne promesa a que, si el barco quedaba libre, me
   dirigiría de inmediato al sur.
     Esta petición me perturbó. Aún no había perdido
   las esperanzas; ni siquiera había pensado en regre-
   sar, caso de quedar libres del hielo. Sin embargo,
   ¿podría yo, en justicia, oponerme a ello? ¿tenía si-
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