Page 74 - Matilda
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En ese momento sucedió una cosa extraña. El patio de recreo, hasta entonces
      lleno con los gritos y las voces de los niños que jugaban, se quedó de repente en
      silencio.
        —¡Mirad! —susurró Hortensia.
        Matilda y Lavender miraron a su alrededor y vieron la gigantesca figura de
      la  señorita  Trunchbull  caminando  por  entre  los  grupos  de  chicos  y  chicas  con
      zancadas  amenazadoras.  Los  pequeños  se  apartaban  apresuradamente  para
      dejarla pasar, y su marcha por el asfalto era como la de Moisés por el mar Rojo
      cuando  se  separaron  las  aguas.  Resultaba  impresionante,  con  el  guardapolvo
      ceñido a la cintura y sus pantalones de montar verdes. Más abajo de las rodillas,
      los  músculos  de  sus  pantorrillas  destacaban  bajo  las  medias  como  si  fueran
      pomelos.
        —¡Amanda Thripp! —gritó furiosa—. ¡Ven aquí, Amanda Thripp!
        —¡Preparaos! —susurró Hortensia.
        —¿Qué va a pasar? —susurró a su vez Lavender.
        —Esa idiota de Amanda —dijo Hortensia— se ha dejado crecer demasiado
      el  pelo  durante  las  vacaciones  y  su  madre  le  ha  hecho  unas  coletas.  Es  una
      estupidez.
        —¿Por qué es una estupidez? —preguntó Matilda.
        —Si algo no soporta la Trunchbull son las coletas —dijo Hortensia.
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