Page 76 - Matilda
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—Recuerdos de las Olimpiadas —murmuró Hortensia—. Ahora está
tomando impulso, igual que con el martillo. Te apuesto diez a uno a que la va a
lanzar.
La Trunchbull estaba inclinada hacia atrás, para compensar el peso de la
chica giratoria y, apoyada expertamente en los pies, seguía dando vueltas sobre
sí. A poco, Amanda Thripp iba a tanta velocidad que se convirtió en una mancha
y, de repente, con un poderoso gruñido, la Trunchbull soltó las coletas y Amanda
salió disparada como un cohete hacia arriba, por encima de la cerca metálica del
patio de recreo.
—¡Buen lanzamiento, señor! —gritó alguien al otro lado del patio, y Matilda,
alucinada por toda aquella locura, vio descender a Amanda, que describió una
larga y graciosa parábola, en el campo de deportes. Cayó sobre la hierba, rebotó
tres veces y, al final, se detuvo. Luego, sorprendentemente, se incorporó. Parecía
un poco aturdida, algo de lo que nadie podía echarle la culpa y, tras cosa de un
minuto o así, se puso en pie y regresó vacilante al patio de recreo.