Page 80 - Matilda
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fuera un estoque—, esta espinilla, este ántrax asqueroso, esta pústula venenosa
que veis ante vosotros, no es más que un repugnante criminal, un habitante del
hampa, un miembro de la Mafia!
—¿Quién, yo? —dijo Bruce Bogtrotter, totalmente desconcertado.
—¡Un ladrón! —gritó la Trunchbull—. ¡Un timador! ¡Un pirata! ¡Un bribón!
¡Un cuatrero!
—Nada de eso —dijo el chico—. Quiero decir que eso no es cierto, señora
directora.
—¿Lo niegas, miserable sabandija? ¿No te declaras culpable?
—No sé qué quiere usted decir —dijo el chico, más desconcertado que
nunca.
—¡Ya te diré yo lo que quiero decir, ampolla purulenta! —gritó la Trunchbull
—. ¡Ayer por la mañana, durante el recreo, te deslizaste como una serpiente en
la cocina y robaste un trozo de tarta de chocolate de mi bandeja del té! ¡Esa
bandeja había sido preparada personalmente para mí por la cocinera! ¡Era mi
desayuno! ¡Y por lo que respecta a la tarta, era mía! ¡No era una tarta para
niños! ¿Crees, por casualidad, que me voy a comer yo la porquería que os doy a
vosotros? ¡Esa tarta estaba hecha con mantequilla y crema de verdad! ¡Y él, ese
bandido, ese atracador de caja de caudales, ese salteador de caminos, entró allí
con los calcetines en los tobillos, la robó y se la comió!
—Yo no lo hice —exclamó el chico, palideciendo.
—¡No me mientas, Bogtrotter! —gritó la Trunchbull—. ¡Te vio la cocinera!
¡Es más, te vio comiéndotela!
La Trunchbull hizo una pausa para limpiarse un poco de espuma de la boca.