Page 95 - Matilda
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hay, si puede saberse, una alubia en tu camisa?
—Hemos comido alubias para almorzar, señorita Trunchbull.
—¿Y normalmente te echas el almuerzo en la camisa, Nigel? ¿Es eso lo que
te ha enseñado ese médico tan famoso que tienes por padre?
—Las alubias son difíciles de comer, señorita Trunchbull. Se me caen del
tenedor.
—¡Eres asqueroso! —rugió la Trunchbull—. ¡Eres una fábrica andante de
gérmenes! ¡No quiero verte más hoy! ¡Vete al rincón y ponte de cara a la pared,
apoyado en una pierna!
—Pero, señorita Trunchbull…
—¡No discutas conmigo, muchacho, o tendrás que ponerte boca abajo! ¡Haz
lo que te digo!
Nigel obedeció.
—Quédate así mientras compruebo cómo deletreas, para ver si has aprendido
algo esta semana. No vuelvas tu desagradable cara de la pared. Ahora, deletrea
la palabra « herrar» .
—¿A qué se refiere? —preguntó Nigel—. ¿A lo que se hace a los caballos o a
equivocarse? —resulta que era un niño inusualmente despierto y su madre había
trabajado duramente con él en su casa deletreando y leyendo.
—¡Lo de los caballos, estúpido!
Nigel deletreó la palabra correctamente, lo que sorprendió a la Trunchbull,
que pensaba que le había propuesto una palabra con truco que seguramente no
habría aprendido aún, lo que le sentó muy mal.
Nigel, haciendo equilibrios sobre una pierna y, de cara a la pared, dijo: