Page 98 - Matilda
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—¡Dilo! —rugió la Trunchbull—. ¡Di « dos por siete son catorce» ! ¡Date
prisa o empezaré a subirte y a bajarte y así te arrancaré el pelo y tendremos
bastante para rellenar un sofá! ¡Venga, chico! ¡Di « dos por siete son catorce» y
te soltaré!
—Do… dos por si… siete son ca… catorce —dijo, jadeando, Rupert, tras lo
cual la Trunchbull, haciendo honor a su palabra, abrió la mano y literalmente lo
soltó.
Estaba a bastante altura y cayó a plomo sobre el suelo, donde rebotó como un
balón de fútbol.
—Levántate y deja de lloriquear —dijo la Trunchbull.
Rupert se levantó y regresó a su pupitre, frotándose el cuero cabelludo con
ambas manos. La Trunchbull volvió a situarse frente a la clase. Los niños
permanecían en sus sitios como hipnotizados. Ninguno de ellos había presenciado
algo así antes. Era una auténtica diversión. Era mejor que una pantomima, sólo
que con una gran diferencia. En esa habitación había una enorme bomba
humana frente a ellos, a punto de explotar en cualquier momento y reducir a
trozos a cualquiera de los chicos. Los ojos de los niños estaban fijos en la
directora.
—No me gusta la gente pequeña —dijo ésta—. Nadie debería ser pequeño.