Page 96 - Matilda
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—La señorita Honey nos enseñó ayer una palabra muy difícil.
        —¿Y qué palabra es ésa? —preguntó amablemente la Trunchbull.
        Cuanto más amable era su tono de voz, mayor era el peligro, pero Nigel no
      tenía por qué saberlo.
        —« Dificultad»   —respondió  Nigel—.  Ahora  todos  sabemos  deletrear
      « dificultad» .
        —¡Qué  tonterías!  —dijo  la  Trunchbull—.  No  está  previsto  que  aprendáis
      palabras largas hasta que tengáis ocho o nueve años. Y no me digas que en esta
      clase sabéis deletrear esa palabra. ¡Me estás mintiendo, Nigel!
        —Pregúntele a cualquiera —dijo Nigel, corriendo un tremendo riesgo.
        Los relucientes y peligrosos ojos de la Trunchbull recorrieron la clase.
        —¡Tú!  —dijo,  señalando  a  una  niña  diminuta  y  bastante  boba  llamada
      Prudence.
        Para su sorpresa, Prudence la deletreó muy bien, sin la menor vacilación.
        La Trunchbull se quedó verdaderamente sorprendida.
        —¡Hum!  —gruñó—.  Supongo  que  la  señorita  Honey  consumiría  toda  una
      clase para enseñaros esa sola palabra.
        —¡Oh,  no!  —exclamó  Nigel—.  La  señorita  Honey  nos  la  enseñó  en  tres
      minutos de una forma que no se olvida. Nos enseña así muchas palabras.
        —¿Y  en  qué  consiste  ese  método  mágico,  señorita  Honey?  —preguntó  la
      directora.
        —Yo  se  lo  explicaré  —dijo  el  arriesgado  Nigel,  saliendo  en  ayuda  de  la
      señorita Honey—. ¿Puedo bajar este pie y volverme para explicárselo?
        —¡Nada  de  eso!  —tronó  la  Trunchbull—.  ¡Quédate  como  estás  y
      explícamelo!
        —Está  bien  —dijo  Nigel,  vacilando  peligrosamente  sobre  la  pierna—.  La
      señorita  Honey  nos  enseña  una  canción  corta  referente  a  cada  palabra  y  la
      cantamos todos juntos y así aprendemos enseguida. ¿Quiere escuchar la canción
      sobre « dificultad» ?
        —Me fascinaría —dijo la Trunchbull en tono sarcástico.
        —Es así —dijo Nigel.
        La señora D, la señora I, la señora FI, la señora C, la señora U, la señora
                     L y la señora TAD.
        —¡Qué ridiculez! —bufó la Trunchbull—. ¿Por qué están casadas todas esas
      mujeres? Además, cuando se está aprendiendo a deletrear no se debe enseñar
      poesía. Suprímalo en el futuro, señorita Honey.
        —Pero así les enseño algunas de las palabras más difíciles —dijo la señorita
      Honey.
        —¡No discuta conmigo, señorita Honey! —tronó con voz potente la directora
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