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dades. A su lado, el viejo camino, dispuesto con primor por el
matemático, permite progresar con toda comodidad». En vista de
esta clara desventaja, la clarividencia de uno de sus antiguos
alumnos en la Politécnica de Zúrich casi le incomodaba: «Oh, ese
Einstein, siempre saltándose clases. ¡La verdad es que nunca le
hubiera creído capaz de esto!».
Una apendicitis impuso un brusco final a la vida de Minkowski,
dejando su labor inconclusa. Supuso un duro golpe para Hilbert,
cuya actitud hacia la física acusó un notable can1bio. A partir de
entonces, sus palabras adoptaron el tono de un médium a través
del cual Minkowski siguiera pregonando sus inquietudes: «En su
exposición escrita, el físico pasa por alto con ligereza pasos lógi-
cos importantes [ ... ], mientras que a menudo el matemático se
queda la llave para entender los procesos físicos». En un ambiente
informal se lo tomaba con más humor: «La física se está volviendo
demasiado complicada para dejársela a los físicos».
De manera consciente o no, se propuso ejecutar el programa
de su viejo amigo. Uno de los principales logros de Hilbert había
sido la axiomatización de la geometría. Ahora daría el mismo tra-
tamiento a la física, reconstruyéndola desde los cinúentos con un
rigor desconocido y aplicando las técnicas más modernas. Resu-
mía su programa en una consigna: «Hemos reformado las mate-
máticas, a continuación debemos reformar la física y después le
llegará el turno a la química». En esas estaba cuando Einstein se
cruzó en su camino, con una teoría general de la relatividad a
medio hacer y formulada en un lenguaje geométrico que no termi-
naba de dominar.
En vísperas de cumplir su primer año, la Primera Guerra Mun-
dial, lejos de apuntar a un desenlace, se recrudecía. En abril de
1915 los alemanes habían estrenado la guerra química, sumiendo
las trincheras de Ypres en una neblina verdosa y amarillenta de
gas mostaza. En la historia de la relatividad se avecinaba una ba-
talla menos sangrienta, pero no exenta de sobresaltos. A finales
de junio, Einstein aceptó una invitación de Hilbert y viajó hasta
Gotinga para impartir un ciclo de seis conferencias, donde dio a
conocer el estado en el que se encontraba su teoría general de la
relatividad. Durante su estancia se alojó en casa del matemático,
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