Page 33 - 01 Einstein
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ría sentido. La acción a distancia cedía su sitio a los campos, en
       cuyo seno cualquier alteración se transmitía a una velocidad fi-
       nita, en forma de ondas. Las ecuaciones de Maxwell oficiaron una
       de las primeras ceremonias de unificación de la física: a la electri-
       cidad y el magnetismo, que había casado Oersted, se unía ahora la
       luz.  Un matrimonio inesperado, puesto que la luz,  en principio,
       parecía un misterio ajeno por completo a los asuntos que se traje-
       ran entre manos las pilas, las corrientes o los imanes.
           Maxwell ingresaba así en un exclusivo club de científicos, el
       de  aquellos  que  compartieron  el  entusiasmo  del  físico  Fritz
       Houtermans cuando, ante un comentario que celebraba la belleza
       de las estrellas, se pudo permitir la respuesta: «Sí, y en este pre-
       ciso momento soy el único hombre sobre la faz de la Tierra que
       sabe por qué brillan».
           Tras leer la obra de Maxwell, el físico alemán Heinrich Hertz
       salió a la caza de las escurridizas ondas electromagnéticas. No
       tuvo que moverse de su laboratorio para encontrarlas. Aunque
       hubieran pasado inadvertidas, habían estado con nosotros todo el
       tiempo y comprobó que, efectivamente, eran en esencia lo mismo
       que la luz, solo que con una longitud de onda que no excitaba los
       fotorreceptores del ojo humano, lo que las hacía invisibles.
           Los físicos y los ingenieros se habituaron pronto al manejo
       de las ecuaciones de Maxwell, sin necesidad de preocuparse de-
       masiado por el andamio mecánico de ruedas y vórtices que su-
       puestamente las sustentaban. Finalmente, el andamio cayó y la
       estructura se mantuvo en pie. Einstein explicó el proceso con su
       concisión característica:

           Durante décadas la mayoría de los físicos se aferraron a la convic-
           ción de que se hallaría una estructura mecánica subyacente para
           la teoría de Maxwell. Pero el fracaso de sus esfuerzos condujo a la
           aceptación gradual de los nuevos conceptos de campo como funda-
           mentos irreducibles. En otras palabras, los físicos se resignaron a
           abandonar la idea de un fundamento mecánico.

           Aunque el concepto de campo satisfacía una inquietud si se
       quiere filosófica -¿cómo puede un cuerpo ejercer su influencia






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