Page 93 - 01 Einstein
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sano.  O no tanto.  En la misma carta donde anunciaba a  Elsa:
       «[ ... ]le escribo por última vez y me someto de nuevo a lo inevi-
       table[ ... ]», la informaba de su cambio _de dirección. Se abrió un
      paréntesis de un año.
          En marzo de 1913, con motivo del trigésimo cuarto cumplea-
      ños de Einstein, Elsa rompió la tregua con una felicitación. Él res-
      pondió y la correspondencia recobró pronto el impulso perdido.
          La convivencia con Mileva no había corregido su deterioro.
      Habían pasado a dormir en habitaciones separadas y Einstein per-
      feccionaba el arte de las ausencias, amparándose tras una barri-
      cada de obligaciones profesionales. Después de que la familia se
      trasladara a Berlín, en marzo de 1914, la proximidad de Mileva no
      fue obstáculo para que Einstein, según escribía a su amigo Besso,
      disfrutara de «una relación extremadamente agradable y hermo-
      sa» con su prima, «cuya naturaleza permanente» quedaba garan-
      tizada «por la renuncia al matrimonio». Da la impresión de que no
      pretendía separarse de Mileva. «Podemos muy bien ser felices jun-
      tos», le había explicado a Elsa, «sin necesidad de hacerle daño a
      ella». Quizá creyó que,  mediante alguna suerte de malabarismo,
      podría tenerlo todo. Mantener la relación con su mujer, para no
      herirla ni sentirse culpable, ni separarse de sus hijos, y recuperar
      con Elsa un universo sentimental que se había marchitado. Pero
      si pensaba que su prima se iba a conformar con ocupar uno de los
      vértices del triángulo, se equivocaba. Siempre dejó claro que el
      divorcio era aplazable, pero no sine díe.
          Finalmente se desató la crisis y, a finales de julio, Mileva ma-
      drugó para tomar el tren que la llevaría de regreso a Zúrich, en
      compañía de Hans Albert y Eduard. Al principio la medida no
      parecía irreversible. Los amigos de la pareja pusieron en marcha
      una delicada ronda de mediaciones. A lo mejor en otras circuns-
      tancias hubiera habido margen para la reconciliación. Justo el
      mismo día que Mileva tomaba el tren, Austria-Hungría invadía
      Serbia y estallaba la Primera Guerra Mundial. La frontera entre
      Alemania y Suiza se cerró. Einstein y Elsa cayeron de un lado, en
      Berlín. Mileva y los niños, del otro, en Zúrich.
          Aunque contaba con un nuevo amor para consolarse de la
      ruptura, Einstein vivió con desgarro la separación de sus hijos.






                                           LOS PLIEGUES DEL ESPACIO-TIEMPO   93
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