Page 97 - 01 Einstein
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de la NASA fue bautizado con el nombre oficial de «maravilla in-
       grávida», pero sus agitados pasajeros preferían referirse a él con
       el apelativo familiar de vomit comet, lo que confirma que el mejor
       detector de aceleraciones lo llevamos instalado en el estómago.
           Einstein descubrió la ilusión que anida en algo tan sólido, en
       apariencia, como nuestra sensación de gravidez. La an1bigüedad
       entre aceleración y gravedad se extiende a  cualquier valor del
       peso. En un ascensor, sus cambios de velocidad nos hacen sentir
       más ligeros o más pesados. Una ince1tidumbre que cabe llevar al
       extremo. Recuperando el espíritu de los experimentos de Galileo,
       podemos encerrar a Domenico en una reproducción perfecta de
       la bodega del barco, sin escotillas, e introducirla en un gran ascen-
       sor espacial, lejos de cualquier masa. Si el ascensor sube con una
       aceleración tal que produzca en Domenico la sensación exacta de
       su peso, este será incapaz de decidir si se encuentra en la Tierra o
       en el espacio, sea cual sea el experimento que se le ocurra montar
       dentro de la bodega.
           La idea feliz de Einstein evoca una ilusión de prestidigitador:
       cualquier efecto gravitatorio se puede imitar mediante una acele-
       ración y viceversa. Llamó a esta relación tan peculiar principio de
       equivalencia. A partir de 1905 el gran desafío que se le presentaba
       consistía en ampliar el marco de la relatividad especial. Esta con-
       templaba solo cuerpos que se mueven con velocidad constante.
       Sin embargo, una teoría física completa debía tener en cuenta for-
       zosamente las aceleraciones. Al  mismo tiempo,  Einstein quería
       incorporar la gravedad. La ley de gravitación universal funcionaba
       con un mecanismo matemático que se había quedado anticuado
       tras la revolución relativista. La famosa ecuación de Newton pre-
       sentaba dos problemas:








           Si nos fijamos en ella, vemos, por un lado, que en el denomi-
       nador aparecer, la distancia que separa las masas. Pero Einstein
       sabía que, debido a la contracción de Lorentz, dos observadores,






                                           LOS PLIEGUES DEL ESPACIO-TIEMPO   97
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