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más alto, justo antes de iniciar el descenso, y nos borran la me-
moria, durante una fracción de segundo seremos incapaces de
distinguir nuestra caída de la ingravidez. En esta ambigüedad
descansa el principio de equivalencia. Sin embargo, si dejamos
pasar el tiempo suficiente, tarde o temprano observaremos una
desviación de la ingravidez. Existe un símil geométrico: reco-
rriendo una distancia corta no podemos discernir si la Tierra es
plana o redonda. En un viaje largo acabaremos por detectar al-
guna desviación de la línea recta, es decir, la curvatura del pla-
neta. Esta analogía esconde la clave para acomodar la gravedad
en el seno de una teoría relativista.
«Cuando un escarabajo ciego se arrastra sobre la superficie
de una rama doblada, no se da cuenta de que el camino
que recorre en realidad es una curva. Tuve la suerte de caer
en la cuenta de lo que el escarabajo ignoraba.»
- RESPUESTA DE EINSTEIN AL PREGUNTARLE SU HIJO EDUARD LA RAZÓN DE SU FAMA.
En el verano de 1912, nada más regresar a Zúrich desde
Praga, Einstein dirigió una petición de auxilio a su viejo amigo
Marcel Grossmann: «Debes ayudarme o si no me volveré loco».
Siendo estudiantes, Grossmann le había prestado sus apuntes
cuando se saltaba las clases y más adelante lo había rescatado de
la precariedad, con el trabajo de la Oficina de Patentes. Ahora se
había convertido en una autoridad en geometría no euclídea. Una
vez más, se avino de buen grado a colaborar. Juntos, Einstein y
Grossmann emprendieron una excursión por el mundo de las su-
perficies muy parecida a la que nos disponemos a iniciar.
ANATOMÍA DE UNA SUPERFICIE
En una superficie plana, dos individuos que tracen perpendicula-
res a una misma línea recta dibujarán dos paralelas, que no se
100 LOS PLIEGUES DEL ESPACIO-TIEMPO