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La  condición  extrema  que
                                                  hemos impuesto a estos trazados
                                                  los distingue del resto de posibles
                                                  trayectorias, haciendo que merez-
                                                  can un nombre propio: geodésicas.
                                                  No importa cuánto compliquemos
                                                  la geografía de  la superficie;  se-
                            FIG. 5
                                                  guiremos encontrando geodésicas
                                                  aunque tengan que serpentear su-
                                                  perando toda clase de irregulari-
                                                  dades (figura 5).
                                                      Por enrevesada que sea la su-
                                                  perficie, también podremos aproxi-
                                                  mar los alrededores de cualquiera
                                                  de sus puntos mediante un plano:
                            FIG. 6                su plano tangente (figura 6).
                                                      Al  repetir la operación alre-
                                                  dedor de  muchos puntos termi-
                                                  naremos alicatando la superficie.
                                                  En un terreno razonablemente liso,
                                                  encargaremos baldosines grandes.
                                                  Si trabajamos con un relieve muy
                            FIG. 7                accidentado, acabaremos con un
                                                  mosaico de trocitos planos de azu-
                                                  lejo muy pequeños.
                                                      Partamos de una superficie,
                                                  con dos puntos y una geodésica
                                                  que los enlace, y procedamos a ali-
                                                  catarla (figuras 7 y 8). Se observa
                            FIG. 8
                                                  que, igual que la superficie se des-
                                                  compone en un puñado de azule-
                                                  jos planos, la geodésica se rompe
                                                  en una serie de líneas rectas (fi-
                                                  gura 9).  Para un habitante de la
                                                  superficie que solo pueda operar
                           FIG. 9                 dentro del estrecho margen de un
          L.                                      azulejo, el mundo será plano, y las






          102        LOS PLIEGUES DEL ESPACIO-TIEMPO
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