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UN MUNDO SUCIO
L a hulla fue el combustible de la Revo-
lución industrial. Nada podía funcionar
sin ella. Conocida de antiguo, se inició su
extracción masiva en el siglo xv111, a partir
de la invención de la máquina de vapor.
Así, de 30 millones de toneladas de pro-
ducción mundial de hulla en 1820 se pasó
a 125 millones en 1860 y 340 millones en
1880. El gas necesario para el alumbrado
provenía de la destilación de la hulla, que
extraía la mayor parte de los compuestos
volátiles atrapados en su interior y la con-
vertía en coque. La amarillenta llama del El inventor escocés James Beaumont
gas de hulla iluminó las calles de Londres Neilson (1792-1865).
en 1812, permitió conciertos vespertinos
en el Brighton Pavilion a partir de 1821 y leer el periódico en los hogares en 1829.
Pero la nueva iluminación también tuvo sus detractores. La industria ballenera
inglesa veía peligrar su supervivencia, pues el aceite de los cetáceos era el
principal comburente de las lámparas de gas. Sin necesidad de aceite no eran
necesarias más capturas, lo que implicaba menos marineros experimentados, y
Gran Bretaña los necesitaba para su Armada debido a la guerra con Francia. En
1824, el gerente escocés de un alto horno, James Beaumont Neilson, patentaba
una idea para quemar con mayor eficiencia el carbón en el horno. Si se hacía
pasar el aire frío usado para avivar las llamas de la caldera por una tubería al
rojo, calentándolo a 300 ºC, la eficiencia del horno aumentaba de tal forma
que, con la misma cantidad de hulla, se producía tres veces más hierro. Once
años después, todas las herrerías escocesas habían adoptado la técnica de
Neilson y convertían a su país en uno de los más industrializados del mundo.
Nuevos productos
La destilación de la hulla también tenía sus inconvenientes. El principal era un
residuo negro, maloliente y fangoso generado durante el proceso: el alquitrán.
Completamente inútil, las destilerías lo arrojaban al río o estanque más próximo.
A mediados del siglo x1x, el Támesis estaba tan contaminado que el Parlamento
tuvo que cerrar sus puertas a causa del hedor. El problema era grave. No podía
dejar de producirse el gas necesario para el alumbrado y no se podía seguir
envenenando el agua. Un grupo de químicos alemanes encontró la solución:
destilar también el alquitrán. Gracias a ello se obtuvo un cierto número de pro-
ductos útiles, como el queroseno para las lámparas de aceite, tintes sintéticos,
antisépticos y la aspirina -más concretamente el fenal, de donde se podía
obtener fácilmente y con un gasto mínimo el ácido acetilsalicílico-.
36 LA TEORÍA DE LA ELASTICIDAD