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CAÍDA Y ASCENSO

             Los disidentes aparecieron en 1660, al  extinguirse la  llama del cambio social
             y político iniciado por Cromwell al vencer en la guerra civil inglesa. Restaura-
             da la  monarquía, la  nueva legislación obligó a todas las  iglesias protestantes
             -valedoras de Cromwell- a admitir su  derrota y jurar lealtad a la monarquía
             y  a  la  Iglesia anglicana. Aquellos que no aceptaron este juramento fueron
             llamados disidentes y  sus vidas se  convirtieron en casi  un infierno. El  Parla-
             mento promulgó una serie de leyes, condensadas más tarde en el  Código de
             Clarendon, donde se privaba a los disidentes de cualquier derecho a trabajar
             para el  Gobierno o  la  Iglesia y  de organizar reuniones.  Los funcionarios mu-
            ' nicipales debían ser anglicanos y  ningún ministro podría cambiar nada de lo
             establecido por la  Iglesia. A  consecuencia de este código, más de un millar
             de ministros fueron expulsados de sus parroquias. En 1664 se aprobó otra ley
             con la  que se  prohibía cualquier reunión religiosa de más de cinco personas
             que no fuera de la  Iglesia Anglicana. El  castigo era la deportación a colonias,
             excepto a la  puritana Nueva Inglaterra, donde probablemente los disidentes
             serían recibidos con los brazos abiertos. Profesores y clérigos disidentes tenían
             prohibido acercarse a menos de ocho kilómetros de un municipio.
             Centros de sabiduría
             Las condiciones de vida eran tan duras que muchos emigraron a América o
             a Holanda. A  los que se quedaron, el  Gobierno solo les había dejado un ca-
             mino libre: dedicarse al  comercio y  la  industria. Por eso, no es extraño que a
             principios del siglo xvI11  la mayoría de las industrias se encontrasen en manos
             de disidentes y que la  persecución implacable a la que estaban sometidos les
             convirtiera en librepensadores. Sus academias, inicialmente concebidas para
             aquellos que quisieran vestir los hábitos, se reconvirtieron en centros donde
             se enseñaba ciencia, ingeniería y  finanzas. Fueron quienes estudiaron en sus
             aulas los que dirigieron los caminos de la técnica inglesa.
             La  rosa de los vientos es
             la base del emblema de la
             Comunión Anglicana, que
             recuerda  la dispersión de
             la comunidad anglicana
             por todo el mundo. El de
             la fotografía se encuentra
             en el suelo de la catedral
             de Canterbury.














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