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FARADAY Y EL ESPIRITISMO
En el verano de 1854, el físico y
químico británico Michael Faraday
(1791-1867) realizó el que sería el
estudio más influyente de cuantos
se hicieron sobre el espiritismo, en
particular sobre el fenómeno de
las mesas giratorias, que giraban,
levitaban, se movían o se inclinaban
para responder mediante golpes a
las preguntas de los asistentes. A
sus sesenta años y con una repu-
tación mundial indudable, la figura
que había dominado durante casi
cuarenta años la Royal lnstitution Imagen de una sesión con mesa giratoria, una
práctica muy extendida en la época de Michael
decidió comprobar qué había de Faraday.
cierto tras tan apasionante fenó-
meno. No podía negarse que si la
fuerza espiritual existía y era capaz de realizar las proezas que tantos relata-
ban, su control y desarrollo dejaría inservibles las máquinas de vapor. Faraday
era un hombre profundamente religioso, por lo que se podía esperar que viera
el espiritismo con buenos ojos. Sin embargo, de su correspondencia privada
se deduce que le parecía un renacimiento del pensamiento supersticioso.
Como impecable experimentador que era, diseñó una serie de inteligentes
experimentos para determinar, primero, la realidad del fenómeno, y segundo,
MATHEMATICAL TRIPOS
Forbes, el mentor de Maxwell, tenía muy claro que el genio de
James requería de una formación matemática disciplinada y siste-
mática. De la misma opinión era el matemático William Hopkins,
su preparador para el durísimo examen de grado de la universi-
dad, el Mathematical Tripas, «la gloria del Cambridge victoriano».
Incluso los estudiantes de clásicas debían pasar el examen si que-
rían obtener el título de licenciado.
Este extenuante examen se realizaba un enero después de
tres años y un trimestre en la universidad. En 1854, el año en que
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