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emplearla para explicar las diferentes propiedades de los gases,
        dando así lugar a la denominada «teoría cinética de los gases».




        LA POLÉMICA SOBRE EL ATOMISMO


        La teoría atómica se vio refrendada durante el siglo XIX a medida
        que la química avanzaba a pasos de gigante.  El desarrollo de la
        química orgánica hizo difícil mantener la posición escéptica en-
        tonces imperante, según la cual las fórmulas químicas podían in-
        terpretarse como proporciones entre átomos o sustancias, siendo
        la creencia o no en los átomos algo irrelevante de cara al experi-
        mento. El hecho de que varias sustancias tuvieran fórmulas exac-
        tamente iguales, pero propiedades totalmente distintas, indicaba
        la necesidad de diferencias en la estructura molecular, sugiriendo
        que la existencia de los átomos no estaba abierta a debate.
            Mientras la importancia del atomismo crecía en la química, en
        la física los átomos seguían siendo objeto de sospecha. La mayo-
        ría de fenómenos conocidos podía ser explicada sin recurrir a la
        teoría atómica, la cual, pese a ser capaz de hacer algunas predic-
        ciones --en particular, sobre el comportamiento de los gases- ,
        adolecía de no poseer una formulación única.  Sería Clausius de
        nuevo el responsable de preparar el terreno para Boltzmann, al
        usar la teoría atómica para desarrollar su propio modelo de los
        gases. El modelo de Clausius era muy detallado e incluía varios
        modos de movimiento para las moléculas, incluyendo rotaciones
        y vibraciones. Los átomos de Clausius -y los de Maxwell y Boltz-
        mann más tarde- no surgían de una posición metafísica, sino
        que eran una herramienta para solucionar un problema científico,
        cuya validez sería determinada por sus predicciones y los resulta-
        dos de los experimentos. Así pues, Clausius no hacía aseveración
        alguna sobre la naturaleza última de los átomos, sino que se limi-
        taba a considerarlos partículas de reducido tamaño que darían
        lugar al comportamiento observado a escala macroscópica.
            Tenemos  ya todas  las piezas  necesarias para entender el
        mundo en el que nació Boltzmann. Por un lado, se estaba produ-





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