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usaba para colorear cerámica y vidrio). El uranio, que puede pre-
                       sentar actividad de fluorescencia de forma natural, parecía ser un
                       buen inicio para su investigación. En 1896, Becquerel tomó la sal
                       de uranio y la colocó sobre una placa fotográfica (lámina de vidrio
                       recubierta de una capa de material sensible a la luz) que previa-
                       mente había envuelto en papel negro. Al exponer el mineral a los
                       rayos solares, se provocaría la fluorescencia. Como el papel negro
                       terúa la misión de impedir que los rayos de luz visible impactaran
                       en la placa fotográfica, si en esta se registraba algun efecto, terúa
                       que tratarse de rayos X.

           «Una de las hipótesis que se presenta a la mente naturalmente
           sería suponer que estos rayos, cuyos efectos tienen una gran
           similitud con los producidos por los rayos estudiados por
           P. Lenard y M. Rontgen, son rayos invisibles ... »

           -  ANTOINE-HENRI  BECQUEREL.

                           Tras algunas horas de exposición a los rayos solares, el mineral
                       se tomó fluorescente, y al desvelar la placa fotográfica, Becquerel
                       comprobó con satisfacción que,  tal como había pronosticado, la
                       imagen del mineral había quedado impresa Su tesis se había con-
                       firmado de forma rotunda. Una semana más tarde quiso repetir el
                       experimento, pero al estar nublado, guardó el uranio y la placa fo-
                       tográfica en un cajón para usarlos otro día En este hecho aparen-
                       temente intrascendente estuvo la clave de su gran descubrimiento.
                           Cuando días más tarde fue a buscar la placa y el mineral, ob-
                       servó con sorpresa que se había dibujado de nuevo el contorno
                       del mineral. El mineral había permanecido a oscuras dentro del
                       cajón, por lo que la impresión no podía ser debida a la fluores-
                       cencia. Después de realizar más experimentos para comprobar
                       que no fuera una casualidad - por ejemplo, que el uranio fuera
                       capaz de emitir fluorescencia por un tiempo más prolongado de lo
                       conocido-, finalmente tuvo que aceptar que su hipótesis original
                       se derrumbaba. Becquerel siguió convencido de que la placa no
                       había captado otra cosa que rayos X, pero su naturaleza terúa que
                       ser diferente. El resultado de su descubrimiento se presentó en la






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