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Al cabo de pocos meses, pudieron aislar otro elemento ra-
diactivo al que llamaron radio. Marie Curie relató así el descubri-
miento:
Tuve ocasión de examinar un cierto número de minerales. Unos
pocos de ellos mostraron actividad: eran aquellos que contenían ura-
nio o torio. La actividad de estos minerales no habría tenido nada de
sorprendente si hubiese estado en proporción a las cantidades de
uranio o torio que contenían. Pero no era así. Algunos de estos mi-
nerales mostraron una actividad tres o cuatro veces mayor que la del
uranio. Verifiqué cuidadosamente este sorprendente hecho, y no po-
día dudar de su veracidad. Especulando acerca de su motivo, me
pareció que solo existía una explicación. En estos minerales debía
haber, pensé, alguna sustancia desconocida muy activa.
La existencia del polonio y el radio tuvieron una confirmación
independiente gracias al análisis espectroscópico, que mostró
unas líneas de absorción que no pertenecían a ningún elemento
conocido. Sin embargo, para la química de la época no se trataba
de una confirmación suficiente. Era necesario salir de toda duda
con la determinación del peso atómico de la nueva sustancia,
lo que requería obtener dicha sustancia de forma muy pura. Es
decir, iban a necesitar grandes cantidades de pechblenda. Por
suerte, lograron que el gobierno austriaco les donara toneladas
de pechblenda que transportaron hasta un pabellón donde se dis-
pusieron a aislar el radio. Durante cuatro años de duro trabajo
solo lograron obtener cien miligramos de radio, pero eso fue su-
ficiente para lograr su objetivo y finalmente ser reconocidos por
la comunidad científica.
RUTHERFORD EN MCGILL
Por su parte, Rutherford se dedicaba a la ionización de gases me-
diante radiación. Sin embargo, la beca llegaba a su fin, por lo que
era preciso pensar en su futuro. En ese momento, la Universidad
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