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bio, caen aquellos conjuntos que son «demasiado grandes» como
                   para ser accesibles a la mente humana; entre ellos,  el conjunto
                   formado por todos los ordinales o el conjunto universal ( el con-
                   junto que lo contiene absolutamente todo y del que hablan1os en
                   el capítulo anterior). En referencia a este tema, Cantor escribía en
                   su trabajo de 1883:

                       Ahora bien, existe una diferencia esencial en el hecho de que yo he
                       fijado en su concepto, de una vez y para siempre, las diferentes gra-
                       daciones del infinito propio [ que es corno Cantor llama al infinito en
                       acto] mediante las clases nun1éricas (1), (11), (111),  etc., y solo enton-
                       ces considero corno tarea no solo investigar matemáticamente las
                       relaciones entre los números transfinitos, sino también perseguirlos
                       y mostrarlos dondequiera que ocurran en la naturaleza. No admite
                       para nú ninguna duda que siguiendo este canuno llegaremos siempre
                       más allá, sin encontrar ningún límite insuperable, pero sin conseguir
                       tampoco una captación siquiera aproximada de lo absoluto. Lo ab-
                       soluto solo puede ser reconocido [ es decir, reconocida su existen-
                       cia], pero nunca conocido, ni siquiera aproxin1adarnente conocido.

                       Lo absoluto, según Cantor, sigue unas reglas que son diferentes
                   a las de lo transfinito, reglas que no podemos ni siquiera enunciar
                   porque son incognoscibles para nosotros. La paradoja, entonces,
                   nace esencialmente del intento erróneo de aplicar a lo absoluto las
                   reglas de lo transfinito. El tercer principio de generación de ordina-
                   les, que en esencia dice que una cierta regla de lo transfinito no se
                   aplica a un cierto conjunto absoluto, no sería, por lo tanto, un prin-
                   cipi9 ad hoc, sino una consecuencia genuina de la filosofía básica
                   que debe seguir la teoría de conjuntos. Análogamente, la solución
                   de la paradoja de Cantor (véase el capítulo anterior) consistiría,
                   según el propio Cantor, sin1plemente en decir que al conjunto uni-
                   versal, que cae en el dominio de lo absoluto, no se le puede aplicar
                   el teorema que afirma que todo conjunto tiene siempre otro de car-
                   dinal mayor (véase el esquema de la página siguiente).
                       Hay que decir que, en realidad, en el trabajo de 1883 las men-
                   ciones a lo absoluto, como la que citan10s más arriba, se encuen-
                   tran en mayor medida en unas notas que aparecen después del






       148         LAS PARADOJAS DEL INFINITO
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