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en la conferencia inaugural del Segundo Congreso Internacional de
Matemáticas de 1900 y que habla de su íntima convicción de que no
existen problemas matemáticos inaccesibles.
Pero la interesante discusión epistolar entre Hilbert y Cantor
fue trágican1ente interrumpida en 1899 y nunca pudo llegar a una
conclusión satisfactoria para ambos.
LOS ÚLTIMOS AÑOS
A fines de 1899, Cantor se encontraba preparando la tercera parte
de su artículo «Contribuciones a la creación de una te01ia de los
conjuntos transfinitos», que iba a estar dedicada principalmente
a exponer su solución de las paradojas de la teoría de conjuntos;
pero nunca pudo concluir el escrito porque su trabajo quedó in-
terrumpido por un durísimo golpe; el 16 de diciembre de 1899
murió su hijo menor Rudolf, de trece años de edad.
Esta terrible pérdida, de la que Cantor jamás pudo recuperarse,
le provocó un grave trastorno mental, o tal vez desencadenó un
trastorno mental que ya estaba latente. En los años sucesivos pasó
alternativamente por períodos de lucidez y de desvarío, y tuvo que
ser hospitalizado varias veces en una clínica psiquiátrica de Halle.
En esos años de enfern1edad, Cantor volvió al tema de la con-
troversia Shakespeare-Bacon que, en verdad, nunca había abando-
nado del todo; ejemplo de ello es la siguiente frase, incluida en la
carta a Hilbert del 15 de noviembre de 1899 que citamos antes, y en
la que Cantor dice: «en este invierno impartiré cinco lecciones en
Berlín, igualmente cinco lecciones en Leipzig sobre el mismo tema
[la controversia Shakespeare-Bacon], donde he llegado al fondo
mismo de la cuestión; los señores filólogos quedarán maravillados».
Pero una muestra del grado que, después de 1900, llegó a al-
canzar su obsesión por esta controversia puede verse en un hecho
ocurrido en 1911. En septiembre de ese año, Cantor fue invitado
a asistir como académico distinguido a la celebración del 500. º
aniversario de la fundación de la Universidad de St. Andrews, en
Escocia. Ahora bien, como veremos en breve, desde el descubri-
152 LAS PARADOJAS DEL INFINITO