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pendientemente del pensamiento humano; cualquier otro objeto
        matemático debía ser definido de un modo preciso a partir de
        ellos en una cantidad finita de pasos. Es esencial aquí la idea de fi-
        nitud; Kronecker estaba firmemente convencido de que el infinito
        en acto es un absurdo y solo aceptaba, incluso con cierta reserva,
        el infinito en potencia.
            Por ejemplo,  para Kronecker,  el  número  trascendente  de
        Liouville que  vimos en el capítulo anterior no existía.  Kronec-
        ker sí habría admitido la existencia de la sucesión potencial-
        mente infinita que  comienza con 0,1,  sigue con 0,11,  luego con
        0,110001 y así sucesivamente, pero habría dicho que la expresión
        0,110001000000000000000001000 ... , en la que se supone que hay
        infinitas cifras decimales, no representa ningún objeto matemá-
        tico existente. De hecho, cuando Lindemann demostró en 1882
        que n:  es trascendente (véase el capítulo precedente), Kronecker
        lo felicitó por la belleza de su argumentación, pero agregó que en
        realidad no probaba nada, porque los números trascendentes no
        existían.


               «Kronecker y Kummer han caído en un punto de vista muy
        sesgado, casi diría primitivo, a la hora de juzgar la matemática.»
                     -  GEORG  CANTOR,  EN  UNA  CARTA  A  GOSTA MITTAG-LEFFLER,  EN  AGOSTO  DE  1884.


            Un número racional como 0,333 ... sí existía para Kronecker,
        pero solamente porque puede definirse mediante una expresión
        finita construida en base a  números enteros,  1/3;  sin embargo,
        la única expresión correcta sería esta última, y no 0,333 .. . , en la
        que se supone que hay infinitas cifras decimales. Kronecker fue
        además uno de los primeros en rechazar la validez de las demos-
        traciones de existencia pura, en las que se prueba la existencia
        de objetos matemáticos, pero sin indicación de cómo hallar ni si-
        quiera un ejemplo de ellos; una demostración así, según vimos en
        el capítulo anterior, es la prueba de Cantor de que existen infinitos
        números trascendentes.
            Después de todo lo  dicho,  queda claro que  Kronecker re-
        chazaba de plano las investigaciones de Cantor sobre el infinito,






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