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naturaleza de los átomos, presentándola como concentraciones en
        las líneas de fuerza que constituían la red de fuerzas subyacente.
        Es decir, que las líneas de fuerza magnéticas, eléctricas y hasta gra-
       vitatorias se extendían por el espacio e interconectaban todos los
        entes materiales del universo. Aunque dichas analogías describen
        con bastante acierto la manera en que los físicos teóricos contem-
       plan el mundo hoy en día,  en 1844 resultaban tan extrañas que ni
       siquiera produjeron un impacto entre la concurrencia.
            Faraday, tras haber refinado su p1imer generador electromag-
        nético y repetir el experimento, sintetizó su descubrimiento en
        una sola frase: «Siempre que una fuerza magnética aumenta o dis-
        minuye, produce electricidad; a mayor rapidez de aumento o de
        disminución, mayor cantidad de electricidad produce».
           La frase era muy elocuente, y además era cierta a nivel expe-
        rimental, sin embargo también producía rechazo en la comunidad
        científica porque estaba expresada con palabras. Aquella clase de
        descubrimientos, desde que Newton había inventado el cálculo
        en el siglo xvu,  debían expresarse en el lenguaje unívoco y uni-
       versal de las matemáticas. Faraday era un lego en matemáticas y,
       para él, lo único importante eran los resultados de los experimen-
       tos, unos experimentos que, en suma, le habían procurado aquel
       meteórico ascenso en la Royal Institution, así que concluyó que
        aquel rechazo procedía más bien del esnobismo de sus colegas,
       que nunca dejaron de verlo como a un pobre chico de campo sin
        estudios académicos. Con todo, Faraday persistió en defender que
       la ciencia debía expresarse de tal forma que pudiera entenderla la
       gente normal, lo que concordaba con su visión de poeta y creyente
       sobre el mundo.
           Finalmente, fue un joven físico escocés, James Clerk Maxwell
        (1831-1879),  el que tres décadas después traduciría el descubri-
       miento de Faraday en una elegante a la par que precisa ecuación
       matemática, que a la postre fue  publicada en su artículo «Una
       teoría dinámica del campo electromagnético». Tal ecuación fue
       la siguiente:

                                        aB
                               'vxE=--.
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