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El signo negativo es debido a la ley de Lenz:  el sentido de la
                    corriente inducida sería tal que su flujo  se opone a la causa que
                    la produce.
                        Maxwell expresó su deuda con Faraday,  al que llamaba el
                    Neivton de la electricidad, en el prefacio a la primera edición de
                    su A  treatise on electricity and magnetism (1873;  Un  tratado
                    sobre la electricidad y el magnetismo):

                        Según avanzaba en el estudio de Faraday, me di cuenta de que su
                        método de concebir los fenómenos era también matemático, aunque
                        no viniese presentado en la forma convencional de símbolos mate-
                        máticos. También encontré que estos métodos eran capaces de ser
                        expresados en las formas rnatemátican1ente ordinarias, y así com-
                        parados con los de los propios matemáticos. Por ejemplo, Faraday
                        vio,  con el ojo de su mente, líneas de fuerza atravesando todo el
                        espacio, allí donde los matemáticos veían centros de fuerza atrayen-
                        do a distancia; Faraday vio un medio en donde ellos solo veían dis-
                        tancia; Faraday buscó el asiento de los fenómenos en acciones rea-
                        les que se propagaban por el medio.




                    FARADAY, NEWTON Y LOS CABLES SUBMARINOS

                    Si bien Faraday recurría a menudo a su Biblia para encontrar con-
                    suelo e inspiración, fue una carta muy particular la que le permitió
                    otorgar cierto marchamo a sus revolucionarias teorías sobre los
                    campos. Irónicamente, esta carta estaba escrita por Isaac Newton,
                    el referente que empleaban los discrepantes de Faraday para cues-
                    tionarlo. Newton, además de un genial científico, también fue un
                    heterodoxo en muchos sentidos.
                        Cuando Newton era ya anciano, en 1693, había escrito a un
                    joven teólogo de Cambridge, Richard Bentley, confesándole lapo-
                    sibilidad de que el vacío en realidad no estuviera tan vacío como
                    él mismo había sostenido. Tal vez, le comunicó, fuerzas como la
                    gravedad extendían unos tentáculos invisibles sobre las cosas.
                    Esta opinión no era demasiado conocida en Newton porque re-





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