Page 100 - 21 Faraday
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cuetos mensajes telegráficos- , sin embargo algo ocurría en los
                     cables submarinos, pues las transmisiones estaban siempre jalo-
                     nadas de crepitaciones y otros ruidos que volvían ininteligibles
                     los mensajes.
                         Thomson, que se tomaba muy en serio las teorías de Faraday,
                     creía que existían los campos de fuerza, y que sus perturbaciones
                     se desplazaban en parte por dentro del cable, pero también alre-
                     dedor del mismo. El problema, ajuicio de Thomson, era sencillo:
                     cuando un telegrafista apretara su pulsador, el campo empezaría
                     a  desplazarse por el cable de cobre de miles de kilómetros de
                     longitud, pero también lo haría alrededor del aislante eléctrico y
                     de la envoltura de hierro de ambos, dispersándose por las aguas
                     del mar.  En los cables terrestres no se producía este problema
                     porque se podían instalar en lo alto de postes ( evitándose el con-
                     tacto con la tierra, un conductor), y además estaban recubiertos
                     de un aislante más grueso ( en el mar debía de ser fino para ahorrar
                     peso y coste, concretamente de gutapercha, un magnífico aislante
                     eléctrico descubierto en 1850 que se extrae de deternunados árbo-
                     les originarios de la India y que se asemeja al caucho) y carecían
                     del envoltorio de hierro, que en el mar era necesario para evitar
                     que el cable se rompiera o fuera arrastrado por las conientes. El
                     envoltorio de hierro dispersaba la señal porque ese elemento no
                     es un buen aislante. Todos estos factores provocaban que se re-
                     quiriera hasta veinte veces más electricidad para cargar un cable
                     submarino que uno aéreo. Según los cálculos de Thomson, sinte-
                     tizados en su ley de los cuadrados, si se multiplicaba diez veces la
                     longitud de un cable submarino, entonces la velocidad de la señal
                     se reduciría cien veces.
                         Para resolver este problema había dos alternativas.  La pri-
                     mera, que proponía Thomson, era aumentar el tamaño del centro
                     conductor. Pero Field confiaba más en la otra alternativa, conec-
                     tar el cable a una fuente de alta tensión para incrementar la señal,
                     compensando así las pérdidas por dispersión. El problema de ope-
                     rar con altos voltajes es que el cable se deteriora rápidamente.
                         Field  consideraba  demasiado  abstrusa la  explicación  de
                    Thomson,  de  modo que  contrató a  Edward Whitehouse  (1816-
                     1890), que no creía en ridículos campos de fuerza. Para convencer






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