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EL TELÉGRAFO ELECTROMAGNÉTICO
Resultado directo del descubrimiento
del electroimán de Oersted, Ampere y
Arago, el telégrafo, patentado por el
pintor estadounidense Samuel Finley
Morse en 1832, permitía a la gente comu-
nicarse a gran velocidad. Cuando el emi-
sor presionaba una tecla, ponía en fun-
cionamiento una corriente eléctrica que
se desplazaba por un cable hasta el ex-
tremo receptor, donde ponía en marcha
un pequeño electroimán. Cuando esto
sucedía, el electroimán atraía una fina
lengüeta de hierro, originando un chas-
quido. Si el emisor soltaba la tecla, en-
tonces se interrumpía la corriente eléc-
trica y, en consecuencia, la lengüeta de
hierro regresaba a su posición normal.
sin doblarse. Morse desarrolló un código Morse junto a un prototipo de telégrafo.
que aprovechara los chasquidos intermi-
tentes producidos por la lengüeta de hierro, para así poder transmitir cual-
quier letra del alfabeto a una velocidad media de unas 150 letras por minuto,
si el operador telegráfico estaba adiestrado para ello. Oersted, Ampére y
Arago fueron alcanzados por la muerte antes de contemplar el telégrafo en
funcionamiento, pero Michael Faraday, aunque enfermo, sí tuvo la oportuni-
dad de asistir al nacimiento de las telecomunicaciones.
longitud de unos 4 000 kilómetros y pesaría alrededor de 2 200 to-
neladas. Para ello se necesitarían nada menos que 800 toneladas
de cobre.
Para llevar a cabo esta hazaña, Field buscó la ayuda del prin-
cipal teórico en electricidad de Gran Bretaña, el escocés William
Thomson (1824-1902). El escollo técnico que debía superarse
no era despreciable: en las transmisiones a través de líneas tele-
gráficas terrestres no había problema usando el telégrafo al que
Samuel Morse había dado nombre ya hacía un década-que había
telegrafiado su primer mensaje, What hath God wrought, y que
había influido incluso en la prosa de los periodistas por los es-
LA CHISPA ELÉCTRICA 99