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stein para trasladarlas al mundo de los átomos: «De .lo que no se
                     puede medir, es mejor callar». En su concepción de los fenóme-
                     nos, los científicos no debían introducir ningún elemento al mar-
                    . gen de lo que fueran capaces de medir en un laboratorio. Cualquier
                     otro ingrediente que se añadiera para servir de apoyo o facilitar la
                     comprensión, podía conducir a un callejón sin salida. Inauguró así
                     una suerte de física para funambulistas. Había que atenerse a las
                     reglas matemáticas. Si uno miraba más allá con la imaginación, se
                     terminaba cayendo.  Con esta premisa no era difícil adivinar el
                     resultado: una teoría antiintuitiva, imposible de visualizar, que
                     salió a la palestra seis meses antes que la mecánica ondulatoria de
                     Schrodinger, en el verano de 1925, bajo el título Sobre una rein-
                     terpretación teórico  cuántica de  las relaciones cinemáticas y
                     mecánicas.
                         Si bien Schrodinger experimentó su arrebato creativo en un
                     balneario alpino, estimulado por la compañía de una dama miste-
                     riosa, Heisenberg, más prosaico, vivió el suyo en solitario, en He-
                     ligoland, una isla de acantilados rojos, donde rompe el mar del
                     Norte, a 70 km de tierra firme.  En su superficie desolada apenas
                     arraigaba la vegetación y estaba libre de polen, razón que le em-
                     pujó a buscar refugio en ella,  para aliviar un severo ataque de
                     alergia.  «Debía presentar un aspecto lamentable nada más llegar
                     a Heligoland -recordaba- con toda la cara hinchada. La mujer
                     que me alquiló una habitación supuso que me había peleado con
                     alguien la noche anterior y me sermoneó.»
                         Mientras se bañaba en la playa o daba largos paseos a través
                     de las dunas, Heisenberg se sumergió en una corriente profunda de
                     pensamiento. Cumplió a rajatabla su programa estricto, cuyo pro-
                     pósito resumió en la cabecera de su artículo:  «establecer una
                     base teórica para la mecánica cuántica que se funde exclusiva-
                     mente en las relaciones entre cantidades que, en principio, sean
                     observables».  Descartó  nociones  como  las  órbitas  de  Bohr,
                     puesto que sus círculos continuos los dibujaba la imaginación,
                     sin que hasta el momento nadie los hubiera registrado a través de
                     un dispositivo experimental.  Como mucho, en el dominio ató-
                     mico se podían determinar valores aislados de ciertas variables,
                     como la posición, la energía o la velocidad. Procedió entonces al





         108         LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO
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