Page 105 - 07 Schrödinger
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Schrodinger hizo escasos esfuerzos por guardar las aparien-
        cias y en los mentideros de Oxford pronto se corrió la voz de que
        atendía a dos esposas. En su ánimo se fueron sumando contrarie-
        dades. A pesar de la belleza arquitectónica del Magdalen College,
        encontraba menos estética la sociedad que habitaba entre sus
        muros. Echaba de menos el sistema universitario alemán y taro~
        poco se hallaba cómodo en un puesto provisional creado ex pro-
        feso por su condición de exiliado. Le pesaba la «sensación de vivir
        de la generosidad de los demás».


        « [Los hombres] se sentían intranquilos en compañía de las mttjeres
        [ ... ]. La vida en los colleges se organizaba con un espíritu monástico.
              La corrúda y la bebida de calidad se reseivaba a los hombres.
        Si algúnfellow estaba casado, no se adrrútía la entrada a su mttjer.»
                            -  IMPRESIONES  DE  SCHRÓDINGER SOBRE  EL AMBIENTE  QUE  SE  RESPIRABA
                                                   EN  EL MAGDALEN  COLLEGE  DE  ÜXFORD.


           Mientras rebullía en las cenas en el gran refectorio del college
        ( «donde nunca sabes quién se sienta a tu lado, hablas de forma
        desenfadada con él y luego descubres que se trataba de un arzo-
        bispo o de un general»), le llegó una oferta de su viejo compañero
        de estudios, Hans Thirring, para una plaza de profesor en la Uni-
       versidad de Graz, la segunda ciudad austriaca, situada al sudeste
        del país. Allí intuyó que las piezas de su puzle existencial, que
       había alborotado la espantada de Berlín, por fin encajarlan. Arthur
       y Hilde, emocionalmente exhaustos tras tres años de matrimonio
       abierto, habían regresado a Innsbruck. En su tierra natal, a Schro-
       dinger le esperaba un trabajo estable y el acento de su lengua
       materna, allí vivía su hija Ruth y también un nuevo amor:· Hansi
       Bauer,  hija del director general de la aseguradora para la que
       había trabajado Annemarie durante su noviazgo en Viena.
           El reclamo de los pequeños detalles cegó una lectura estraté-
       gica más amplia. Lejos estaba Schrodinger de sospechar que el
       país pronto se anexionarla al Tercer Reich. Y que los nazis no ha-
       bían olvidado su desplante de Berlín. Años más tarde calificarla su
       decisión de regresar a casa como «una estupidez sin precedentes».





                                                 LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO    105
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