Page 109 - 07 Schrödinger
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revés que sus predecesores. En lugar de crear un modelo para
       justificar lo que se observaba, como las líneas espectrales o su
        intensidad, construyó la teoría a partir de los observables, como
        únicos ladrillos. Su principal inquietud era si semejante proyecto
        lo conduciría a un marco conceptual libre de contradicciones:
        «Sobre todo me corroía la duda de si el principio de conservación
        de la energía seguiría siendo válido. Sabía que sin él todo el es-
        quema se vendría abajo».
           Las principales propiedades medibles asociadas a la diná-
        mica de una partícula ( caso de la posición, el momento o la ener-
       gía) experimentaban transiciones de un estado inicial a otro final,
       que representó mediante una pareja de índices n y m. A continua-
        ción, asoció probabilidades a las transiciones y desarrolló una
        colección de reglas para operar con ellas. Prueba de su destreza
        es que fue capaz de plasmar sus intuiciones físicas a través de
       una serie de patrones matemáticos desconocidos para él,  que
       improvisó.
           En el proceso, Heisenberg tropezó con alguna «dificultad sig-
       nificativa». En sus cálculos, al multiplicar.la posición de una par-
       tícula por su momento obtenía un resultado distinto que al invertir
       el orden y multiplicar el momento por la posición. A pesar de
       estas anomalías, las operaciones no conducían a inconsistencias
       lógicas. Cuando comprobó que respetaban el principio de conser-
       vación de la energía, sintió que se quedaba sin aliento:

           [ ... ] casi me mareé al pensar que tenía que adentrarme en esta can-
           tidad de estructuras matemáticas que la naturaleza había desplegado
           ante mí. El nerviosismo me impedía dormir, así que salí de la casa al
           amanecer y anduve hasta la parte meridional del altiplano. Vi una
           roca solitaria en forma de torre que sobresalía del mar y me entraron
           ganas de escalarla. No me costó mucho subir a la torre. En su cima
           aguardé la salida del Sol.

           A la vuelta de Heligoland, invirtió tres semanas en convertir
       sus apresuradas notas en el borrador de un artículo. Tras repa-
       sarlo, le asaltaron las dudas sobre su verdadero valor. Decidió con-
       fiárselo a Max Bom y poner tierra de por medio, aprovechando un






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