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no así la interpretación que estos daban a la mecánica cuántica.
Einstein creía que, con el transcurso del tiempo, la física formula-
ría una teoría más completa que permitiría abandonar la interpre-
tación de Copenhague y llegar al conocimiento absoluto y cierto
de la «realidad objetiva».
A los pocos meses de terminar el Congreso Solvay de 1927,
Einstein expresaría su frustración con estas irónicas palabras:
La balsámica filosofía - o quizá debería llamarla religión- de Hei-
senberg y Bohr está tan inteligentemente trabada que, por ahora,
ofrece a los creyentes una almohada suave donde descansar su ca-
beza y de donde no es fácil sacarlos. Dejérnosles que descansen ahí
por un tiempo.
Einstein estaba seguro de que tarde o temprano el sistema
cuántico, tal y como lo entendían Bohr, Heisenberg y Pauli, se des-
moronaría. Pero ese momento no ha llegado y Bohr sigue siendo,
a día de hoy, el vencedor en esa polémica.
NUEVOS POBLADORES ATÓMICOS
En 1930 la mecánica cuántica había establecido sus principios,
pero faltaba aplicarla y comprobar su validez en un número cre-
ciente de fenómenos hasta la fecha desconocidos. El modelo ató-
mico de Bohr había tenido una vida un tanto ajetreada desde su
nacimiento, pero sus rasgos fundamentales se mantenían: un nú-
cleo atómico positivo alrededor del cual se encontraban los elec-
trones. Pero había dos preguntas, íntimamente relacionadas, que
seguían vigentes: ¿de qué está compuesto ese núcleo? y ¿de dónde
salen los electrones que componen la radiactividad~?
Los experimentos de Rutherford de 1911 habían hecho ver
que el átomo no era uniforme. Casi toda la masa se concentraba
en la parte central, en un núcleo, alrededor del cual orbitaban los
electrones. La hipótesis que fue cuajando poco a poco fue la de
que la masa de los núcleos de los distintos átomos era un múltiplo
DUELO DE TITANES: EL DEBATE EINSTEIN-BOHR 115