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de la masa del núcleo de hidrógeno, H+,  con lo cual era plausible
                     que todos los núcleos estuviesen compuestos por ese tipo de par-
                     tículas, a las que se llamó «protones».
                         La palabra  «protón»  había sido  acuñada a  principios  del
                     siglo XIX por el químico inglés William Prout (1785-1850) al obser-
                     var que algunas de las masas atómicas conocidas en su tiempo
                     eran múltiplos  aproximados  de  la masa del  hidrógeno.  Prout
                     acuñó el término «protón» a partir del concepto griego pro to hyle,
                     materia prima o primera. Esta hipótesis se fue desvaneciendo con
                     la mejora de la precisión en la medida de las masas atómicas y
                     con el descubrimiento de nuevos elementos. Cuando Rutherford
                     recuperó esa hipótesis, aunque esta vez referida solo al núcleo
                     atómico, quiso utilizar la misma palabra.
                         Rutherford obtuvo la confirmación defuútiva de la existencia
                     de H+,  de los protones, en todos los núcleos atómicos gracias a
                     sus investigaciones sobre la radiactividad. En 1919, mientras es-
                     tudiaba el efecto de la colisión de partículas a  sobre átomos de
                    nitrógeno, vio que estos desprendían protones. Tras asegurarse
                     de que ello no era el resultado de la existencia de impurezas de
                    hidrógeno en el dispositivo experimental, dedujo que los protones
                    que observaba procedían del núcleo de nitrógeno. Era la primera
                    prueba directa de la existencia de protones en átomos que no fue-
                    ran el hidrógeno.
                        Así, pues, en 1920 se conocían dos partículas elementales: los
                    electrones y los protones. También se sabía que la radiactividad
                     ~ estaba compuesta por electrones, pero que estos eran «electro-
                    nes muy profundos», en palabras de Marie Curie. Los electrones
                    de la radiactividad no se encontraban alrededor del núcleo; sus
                    energías eran mucho mayores que las de las rayas espectrales ató-
                    . micas, con lo que se les incluía - junto con los protones- entre
                    los componentes nucleares. De este modo, tal y como muestra
                    la figura 2,  el átomo de principios de la década de  1920  era el
                    siguiente: un núcleo compuesto de protones y electrones y una
                    corteza compuesta solo por electrones, distribuidos en niveles de
                    energía según las leyes de la física cuántica.
                        ¿Cómo se distribuían los protones y los electrones «profun-
                    dos» dentro del núcleo? Debe tenerse en cuenta que el número






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