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CIENCIA EXPERIMENTAL EN COPENHAGUE
Desde su creación durante la Gran Guerra, el Instituto de Física
Teórica de Bohr había sido un lugar donde el equipamiento funda-
mental eran el papel y lápiz, las pizarras y la tiza, contando con un
fondo bibliográfico y de revistas siempre puesto al día. En la dé-
cada de 1930 Bohr le dio un giro a su institución para convertirla
también en un centro experimental de primer orden en el ámbito
de la risica nuclear.
El éxito del primer acelerador de partículas, el de Cockcroft y
W al ton en Cambridge, espoleó la construcción de más acelerado-
res y el desarrollo de nuevas técnicas en muchos centros de física
del mundo. Bohr decidió que Copenhague no podía quedarse atrás
en lo que llegó a convertirse en una carrera por energías siempre
mayores. Con su prestigio y capacidad de gestión, Bohr consiguió
el dinero suficiente para la construcción; no de uno, sino-de tres
aceleradores: dos lineales y uno circular, o ciclotrón.
La razón de ser de los aceleradores no era solo el estudio de la
física nuclear a su nivel más fundamental, sino también la produc-
ción de isótopos radiactivos para fines médicos. Y fue así como
la biología hizo una simbiosis con la física en el Instituto de Bohr.
George de Hevesy, con quien Bohr ya había colaborado en
sus años en Mánchester, fue el encargado de desarrollar la parte
biológica del proyecto nuclear. La idea que puso en práctica fue
la de crear isótopos radiactivos de baja intensidad para utilizarlos
como marcadores en tejidos y órganos.
Desde su descubrimiento a finales del siglo XIX, la radiactivi-
dad había sido siempre vista como una forma de energía pene-
trante con la que se podían quemar y destruir tejidos inaccesibles.
Así, la radiactividad pronto se utilizó, con mayor o menor fortuna,
como un arma en la lucha contra el cáncer. El uso que le daría
Hevesy era distinto. Se trataba de fabricar materiales radiactivos
cuyas propiedades químicas y biológicas fueran muy bien cono-
cidas. Además, su energía de radiación debía ser muy baja: lo su-
ficiente para ser detectada por aparatos muy sensibles, pero que
no supusiera un daño para los tejidos orglinicos. Una vez obteni-
dos estos isótopos, se inyectaban en el cuerpo de un ser vivo, de
DUELO DE TITANES: EL DEBATE EINSTEIN-BOHR 131