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trayectorias al pasar cerca de los átomos. Lo que no era normal era
que, al hacer lo mismo con superficies muy finas, las partículas a
experimentaran grandes desviaciones.
Rutherford se unió a Geiger y Marsden; rediseñaron el expe-
rimento y obtuvieron un resultado difícil de entender: al hacer
incidir un haz de partículas a sobre una lámina de oro muy fina, la
mayor parte atravesaban el metal sin inmutarse, pero había algu-
nas que «rebotaban» y salían en dirección contraria tras impactar
en el metal (figura 1). Rutherford afirmaría años más tarde que
aquello ocasionaba la misma sorpresa que disparar balas contra
un papel de fumar y que algunas salieran rebotadas en dirección
contraria. Si el átomo era, como Thomson creía, una masa in-
. forme de electrificación positiva que contenía una distribución
más o menos uniforme de electrones en su interior, este resultado
no tenía sentido: se podía entender la dispersión suave, pero no
los casos de dispersión tan exagerada.
De este modo, en 1911 Rutherford sugirió cambiar por com-
pleto la idea que se tenía del átomo. Quizá la parte positiva no
era una masa informe que ocupaba todo el átomo, sino que podía
estar concentrada en el centro del átomo, formando un núcleo
muy pequeño alrededor del cual se movían los electrones. Algo
así como un sistema planetario en el que el centro estaría ocupado
por un núcleo con mucha masa y toda la carga positiva del átomo.
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FIG. l
Emisor de partículas Cl
58 LOS ELECTRONES JUEGAN CON BOHR