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lo mismo si estos últimos estaban distribuidos de forma aleatoria,
        si todos estaban en la superficie externa del átomo, si se organi-
        zaban en órbitas, etc.


                    «Las partículas materiales aisladas son abstracciones;
               sus propiedades solo se pueden definir y observar a través
                                     de su interacción con otros sistemas.»
                        -  NIEL~  BoeR,  «TEORÍA  ATÓMICA  y  DESCRIPCIÓN  DE  LA  NATURALEZA»  (1934).

            Los  trabajos de sus dos  colegas  de  Mánchester,  especial-
        mente los de Darwin, plantaron en Bohr la semilla de su interés
        por la estructura del átomo; en concreto, por la configuración de
        los electrones alrededor del núcleo tal y como Rutherf ord había
        postulado.  Pero ¿cómo imaginar una estructura estable de los
        electrones alrededor del núcleo? Desde que Newton formulara
        a finales del siglo xvn la teoría de la gravitación para explicar las
        órbitas planetarias alrededor del Sol, multitud de físicos y mate-
        máticos se habían entretenido en desarrollar la matemática que
        describe todos los sistemas orbitales posibles, existentes o no.
        En un sistema donde los cuerpos se atraen con fuerzas propor-
        cionales a la distancia, el único sistema que no es posible es aquel
        en el que los cuerpos no se mueven. Si los planetas y los satélites
        no estuvieran en movimiento, estos se atraerían hasta caer unos
        sobre otros y sobre el Sol. Lo mismo sucede con los electrones en
        un átomo nuclear: los electrones deben moverse a grandes velo-
        cidades para evitar «caer» en el núcleo.
            Como ya se ha apuntado, el movimiento de los electrones
        era un problema cuando su número era pequeño, pues el mismo
        movimiento sería causa de su pérdida de energía y su colapso en
        el núcleo. Pero este no fue el primer problema que Bohr afrontó.
        Lo que le preocupaba era cómo obtener información de los mo-
        vimientos de los electrones en los átomos reales.  Recordemos
        que no existe microscopio alguno que permita ver el interior del
        átomo. En el caso de la astronomía, el movimiento de los planetas
        no suponía un problema. Cuando Newton formuló la teoría de la
        gravedad, disponía de una descripción muy precisa de las órbitas





                                           LOS ELECTRONES JUEGAN CON BOHR    63
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