Page 60 - 09 Bohr
P. 60
tuciones como la universidad local que, en 1903, pasó a llamarse
Universidad Victoria de Mánchester, en honor a la reina Victoria.
Niels Bohr llegó a Mánchester en marzo de 1912 con ilusio-
nes renovadas tras su fallida experiencia con Thomson. Siendo
el centro mundial de la radiactividad experimental, Bohr aceptó
aprender las prácticas más rudimentarias del trabajo de laborato-
rio, tras lo cual Rutherford le asignó el estudio de la absorción de
rayos a en aluminio. Pero a Bohr el laboratorio le aburría: su gran
pasión era la física teórica, las grandes concepciones del mundo,
el detalle matemático y filosófico de las novedades científicas, y
no el arduo y rutinario trabajo manual en el laboratorio. En esto,
LAS SERIES RADIACTIVAS
Lo único que se conocía hacia 1910 sobre la estructura de los átomos era
que estos contenían electrones, algunos de los cuales podían desprenderse
dejando al átomo cargado positivamente; o, por el contrario, el átomo podía
absorber algún electrón exterior, con lo cual quedaba cargado negativamente.
De hecho, hacía casi un siglo que se conocía la existencia de átomos cargados
positiva o negativamente, a los que se llamaba «iones». El nuevo fenómeno
de la radiactividad hablaba de un tipo distinto de emisión, mucho más ener-
gética que la simple pérdida o ganancia de electrones, e implicaba una trans-
formación de las propiedades químicas (y no solo eléctricas) de los átomos.
En la segunda mitad del siglo x1x, el químico ruso Dmitri Mendeléyev había
ideado una tabla para organizar los elementos químicos entonces conocidos.
Disponiéndolos horizontalmente por orden creciente de la masa estimada de
sus átomos, y verticalmente según sus propiedades químicas, esta tabla de
periodicidades se convirtió en unos de los instrumentos más sencillos y más
útiles para el desarrollo de la química; incluso sirvió para predecir la existencia
de elementos químicos hasta entonces desconocidos. Uno de los datos que
la tabla proporcionaba, y del que se desconocían todas sus implicaciones,
era el de la posición de un elemento según su «número atómico». Así, por
ejemplo, el hidrógeno es el primero de los elementos; el carbono, el sexto;
el cloro, el decimoséptimo, y el oro ocupa el lugar 79. Este número atómico
(normalmente denominado Z) era determinante a la hora de entender las
transformaciones por radiactividad: la emisión de una partícula a suponía la
pérdida de dos ordinales en la tabla periódica (disminución de Z en dos uni-
dades), mientras que la emisión de partículas ~ aumentaba en uno el número
atómico Z. El sentido de todo esto estaba todavía por ver. Como ejemplo, en
60 LOS ELECTRONES JUEGAN CON BOHR