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energías posibles, igual que le sucede a cualquier automóvil que
para bajar de 80 a 20 km/h debe pasar por todas las velocidades
intermedias. Porque -al menos así se pensaba hasta entonces-
la naturaleza no debe dar saltos.
Aquí es donde Bohr planteó una hipótesis nueva, que era
algo arriesgada y no gozaba de una aceptación general entre los
físicos de la época, especialmente entre los británicos: la hipó-
tesis de Planck. A finales de 1900, y en un acto casi de desespe-
ración, Max Planck (1858-1947), el catedrático de Física Teórica
de la Universidad de Berlín había explicado un viejo problema de
la radiación suponiendo que los intercambios de energía a nive-
les microscópicos no eran continuos, sino que se realizaban en
pequeñas dosis; es decir, que la naturaleza sí parecía dar saltos.
También es necesario saber que solo fue a partir de 1906, cuando
un joven y casi desconocido Albert Einstein (1879-1955) usó la
misma hipótesis para explicar una vieja anomalía en el calor es-
pecífico de los sólidos, que algunos físicos alemanes empezaron
a tomarse en serio la hipótesis de Planck.
Con estas premisas, Bohr pensó de un modo diferente. En lugar
de decirle a los átomos cómo debían comportarse según las leyes de
la física habitual (hoy llamada física clásica), simplemente aceptó
la información que tenía, la cual procedía fundamentalmente de la
espectroscopia: los átomos eran generalmente estables y, al ser ca-
lentados, emitían luz de frecuencias concretas, su propio espectro.
Entonces se fijó en el caso más simple, el del átomo de hidrógeno.
Por esas fechas se demostró que el número de electrones
en un átomo determinado es igual al número atómico, Z. De este
modo, el hidrógeno solo tiene un electrón; el helio, dos, y así su-
cesivamente. ¿Cómo imaginó Bohr la estructura del átomo de
hidrógeno? El primer paso que dio fue seguir al pie de la letra
la hipótesis de Rutherford y situar el núcleo, con masa y carga
eléctrica positiva, en el centro, mientras que su electrón estaba en
una órbita alrededor de dicho núcleo. Partiendo del hecho expe-
rimental de que el hidrógeno, como la mayoría de los elementos,
es estable en condiciones normales, Bohr simplemente supuso
que esa órbita era estable, y que había que olvidarse de la posible
radiación que debía de emitir según las teorías clásicas.
LOS ELECTRONES JUEGAN CON BOHR 67