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explicar el espectro de los elementos, los tipos de luz que cada
                     elemento emite como señal de identidad propia. La teoría electro-
                     magnética de Maxwell había demostrado que la luz era una radia-
                     ción electromagnética fruto del movimiento periódico de cuerpos
                     con carga eléctrica. Por lo tanto, si los átomos emitían luz, debía
                     existir algún tipo de movimiento en su interior.
                         Los electrones supusieron una nueva variable con la que jugar
                     para explicar el espectro de los elementos químicos. Quizá la luz
                     emitida por los átomos era el resultado de las vibraciones -u otro
                     tipo de movimiento periódico- de sus electrones. Thomson, el
                     alemán Johannes Stark (1874-1957) y algunos otros investigadores
                     habían intentado, sin éxito, tener en cuenta los datos experimen-
                     tales de la espectroscopia en sus especulaciones acerca de la es-
                     tructura del átomo. A partir de febrero de 1913 Niels Bohr tan1bién
                     lo hizo, aunque centrándose únicamente en el espectro del átomo
                     de hidrógeno. En marzo ya envió a Rutherford un artículo para
                     ser publicado en el Philosophical Magazine, la más joven de las
                     revistas científicas de la época.  Este artículo fue el primero de
                     una serie de tres que publicó en 1913, los cuales cambiaron para
                     siempre la física atómica.
                         Había dos problemas fundamentales relacionados entre sí
                     con los que Bohr, y cualquiera que se propusiera explicar el espec-
                     tro de los elementos a partir del movimiento de los electrones, se
                     chocaba de bruces. El primero ya se ha apuntado anteriormente:
                     el movimiento de los electrones implicaba, en principio, una pér-
                     dida de energía que condenaba al átomo a su propia muerte. Pero
                     había también un segundo enigma: el hecho de que los espectros
                     suelan ser discretos y no continuos.
                         Cada elemento emite unos colores, o frecuencias,  determi-
                     nados. Estos se visualizan normalmente en una placa fotográfica
                     como una serie de rayas paralelas, cada una de las cuales corres-
                     ponde a una frecuencia determinada. Pero si el origen de estas fre-
                     cuencias, de esta luz, emitidas por los átomos estaba en algún tipo
                     de pérdida de energía de los electrones atómicos, ¿por qué solo
                     se observaba luz de unas cuantas frecuencias y no un continuo de
                     luz? En otras palabras, si los electrones se iban frenando, era de
                     esperar que en el proceso de frenado estos pasaran por todas las





         66          LOS ELECTRONES JUEGAN CON BOHR
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