Page 115 - 05 Feynman
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problemas a sus oídos por la ventana del hotel. Al final se unió a
una escuela, Os Far<;antes de Copacabana, donde empezó inten-
tando el pandeiro, y acabó con lafrigideira, que tocaba con un
acento extranjero que gustaba a otros músicos. Poco a poco fue
tomando destreza y empezó a tocar en fiestas y, por supuesto, en
el carnaval de 1952, donde un fotógrafo de una revista rosa local
le sacó disfrazado de Mefistófeles.
Samba, bebida y mujeres, y no precisamente por ese orden,
fueron las preferencias de Feynman en Río. Ese invierno bebió en
exceso (hasta un día que se asustó y se prometió no volver a pro-
bar el alcohol nunca más) y ligó con bastante éxito en la playa, los
clubes y en la recepción del hotel con las azafatas de Pan Ameri-
can que se alojaban en la cuarta planta.
Desde la muerte de Arline, Feynman se había entregado a un
maratón sexual: sedujo a universitarias, frecuentó burdeles y se
acostó con las mujeres de muchos de sus amigos. Las mujeres
decían que les atraía su mente, su aspecto, su forma de bailar y la
manera en que las escuchaba e intentaba entenderlas. En sus via-
jes profesionales a otros países sus colegas sabían que debían pre-
sentarle mujeres; estaba con ellas durante días y luego les enviaba
una carta de despedida:
Mi amor por ti es tan grande que estoy seguro que nos traeria a am-
bos una gran felicidad ... por favor, recuerda siempre, en el atardecer
de tu vida ... que estaré en algún lugar en el mundo y que te querré.
Siempre te recordaré porque tú eres la única persona con la que he
estado absolutamente a gusto.
Siempre le perdonaban. Sabían que por encima de todo estaba
su trabajo y, extrañan1ente, eso le hacía más atractivo a sus ojos.
En medio de esa vorágine de música, sexo y alcohol escri-
bió a Mary Louise Bell, a quien había conocido en una cafetería
de Comell, para que se casara con él. Lo hicieron a su regreso de
Brasil, en junio de 1952, y acto seguido se fueron de luna de miel
a México y Guatemala. Ninguno de sus amigos entendió esa boda.
A sus espaldas la llamaban «la chica con el pelo de celofán» y es-
taban convencidos de que ella no le apreciaba lq más mínimo:
NUEVO COMIENZO, NUEVOS RETOS: LA SUPERFLUIDEZ 115